Este agosto se precipita hacia septiembre como si no pasara nada, como si no
pasara nada mientras la pandemia sigue intentando sobrevivir como lo hacemos
nosotros: la memoria enferma de mi madre, el ahora desaparecido optimismo innato
que me caracterizaba sin ser consciente entonces de ello, la depresión que me
impide leer, escribir, pensar con claridad. Respiro día a día. Volví a la
medicación que tomé durante años. La tristeza inunda mi alma sabiendo que no
aporta ninguna solución a nada.
Este agosto se arrastra bajo el sol hacia un otoño que ahora me parece a miles de kilómetros de distancia. No me falta el
amor que recibo. No me falta el amor que era capaz de dar, pero lloro mientras
escribo esto. Sé que no soy el primero. Sé que no soy el último, pero la pena me
arrasa sin saber a dónde asirme. Mi madre desaparece poco a poco mientras mi
padre sufre como nunca lo mereció. Sé que no es el primero, sé que no será el
último marido que asiste a algo tan duro. Estoy roto, pero como mis antecesores
en este mar de los sargazos continuaré navegando, en el fondo lo sé.
Odio este
agosto de dos mil veinte, odio la pandemia, odio la enfermedad de mi madre, me
odio a mí mismo por mi reacción ante todo esto. No puedo odiar nada más. No tengo ni
el derecho ni las fuerzas para hacerlo.
jueves, 20 de agosto de 2020
Agosto
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4 comentarios:
Un abrazo inmenso, Jesús.
Jesús, un abrazo fuerte <3
Mi madre pasó una experiencia análoga y mi padre el sufrimiento por la experiencia dolorosa de mi madre. Él la sobrevivió varios años. Él fue premiado por la naturaleza a una mente clara hasta los 95.
Muchísimas gracias, de verdad. De corazón. Gracias.
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