Despierto a las cinco de la mañana, cuando todavía es de noche, y me doy cuenta de que ya no voy a poder volverme a dormir, así que regreso a Kapuscinski y Heródoto en el punto en el que los dejé hace unas horas.
A las seis me levanto de la cama, me peso en la báscula, me ducho, me afeito, preparo bocadillos, me sirvo un café con leche. Fuera, en las calles y sobre los tejados, todos los pájaros de la comarca cantan al mismo tiempo, jubilosos por el comienzo de un nuevo día en el mundo. También para mí es éste un momento preferido: la resurrección de la luz, su promesa de esperanza y descubrimientos.
martes, 24 de abril de 2007
Promesa
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