Lo que votamos en las elecciones señala el salario mínimo que empezarán a cobrar nuestros hijos cuando trabajen por primera vez a tiempo completo, la subida anual de las pensiones de nuestros padres o abuelos, la cantidad del presupuesto nacional que se invierte en becas, en investigación o en seguridad.
No comprendo que existan personas que no votan por pereza, por desidia o porque piensan que da igual. Las asignaturas obligatorias de sus hijos o la dotación del personal sanitario de los hospitales lo deciden los partidos y las personas a las que votamos. No hay nada más que podamos hacer. Votar. Yo, que nací mañana en 1963, voy a votar con un orgullo y una sensación íntima, personal, difícil de explicar.
Lo que votamos afecta directamente a nuestras vidas diarias. Y lo dice alguien que informa cada día a los ciudadanos de los cambios legislativos y los requisitos para acceder a las prestaciones de la Seguridad Social, en mi caso. Yo sé lo importante que es votar. Yo sé cómo las decisiones legislativas pueden cambiar la vida diaria de la gente.
Ahora, quiero decir: a estas horas, ya no hago proselitismo. Los colegios electorales cerraron hace tiempo. Sólo espero que nuestro país, como Portugal, emprenda un camino socialdemócrata que dé la espalda a las políticas neoliberales que nos condenan prácticamente a la esclavitud.
Me sorprende y me conmueve a la vez darme cuenta de que no soy tan distinto a la persona que era cuando tenía diecisiete años.
domingo, 26 de mayo de 2019
Veintiséis de mayo
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2 comentarios:
Aquí, encla Ciudad y la Comunidad de Madrid, sopla un desánimo generalizado entre los que queremos ese posicionamiento socialdemócrata, porque sabemos cuáles son las consecuencias de un posicionamiento distinto.
Los jóvenes de cuarenta y pocos años con los que me escribo están desolados y al final tengo que ocultar mi propia desolación.
Ha pasado en toda España. Yo no hacía más que advertir en Twiter de lo importantes que eran estas elecciones (prácticamente todos los servicios públicos -sanidad y educación entre otro- los gestionan las comunidades autónomas), pero la izquierda, creo, ha fracaso estrepitosamente. A todos los votante de izquierda que no fueron a votar sólo se les puede decir que tienen lo que merecen, aunque lo padeceremos todos: privatización de la sanidad, apoyo a la educación concertada en detrimento de la pública, etcétera. ¡Sólo había que hacer lo que se hizo el 26A: participar, que ni un voto progresista se quedara en casa!
Tampoco ha ayudado mucho la división de las diferentes corrientes de Podemos, uno ya no sabía a quién estaba votando. No puede ser.
Pero dentro de cuatro años volveremos a votar. Sí, es verdad, en cuatro años se puede hacer mucho daño, pero no son cuarenta... Y además serán cuatro años con el PSOE en el poder, apoyado por Unidas podemos y otras fuerzas. Veamos el vaso medio lleno en vez de medio vacío.
Un abrazo, Nán.
Un abrazo también un poco desolado.
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