Ayer me extrajeron una muela, no estaba previsto pero así fue. El joven médico que me atendió tenía acento asturiano, y su ayudante, otra joven maravillosamente simpática, se llamaba Azucena. Rosa, Violeta, Margarita, Azucena: me gusta mucho que algunas personas se llamen como las flores, no sé por qué. Por otra parte no hay mucho más que decir respecto a mi vida: gracias a las radiografías supe que mi muela anclaba sus raíces muy profundamente en la mandíbula inferior, lo cual podría acreditar que soy un ser humano en este mundo, aquello que siempre quise ser con todas mis fuerzas. Soy de aquí, pertenezco a este planeta, los pequeños restos de mi muela ensangrentada tirados a un cubo de basura lo demuestran, todo es glorioso y sórdido al mismo tiempo, huesos y alma, las yemas de las hojas de los árboles pugnando por brotar y comenzar un nuevo mundo junto a la carretera.
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2 comentarios:
Hortensia, Jasmine, Melisa...y tantos otros nombre en desuso o que conocemos menos.
Hermosa reflexión la que haces (me gusta practicar a mí también en esa dirección) ¿Poco más en tu vida? Para ti algo aparentemente pequeño para otros resulta fundamental en ese instante. Cada órgano del cuerpo que sale de su ocultamiento por razones biológicas nos invita a afrontarnos, a conocernos, a ser irónicos incluso sobre la actitud que solemos tener tan "victoriosa" en la vida, sobre todo cuando teníamos menos edad. Si era o no la muela del juicio no altera mucho el resultado de la extracción. Pero ya sabes, no sientas pena por tu muela a la basura, al fin y al cabo ella también ha fallecido, una vez que no se encuentra en su lugar vital (donde recibía y procuraba vida)
Creo que no voy a hacerme un implante en la muela que he perdido. Es la última de mi mandíbula inferior derecha. Moriré sin ella. Pérdidas, bajas de la batalla. Un abrazo, Fackel.
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