martes, 21 de mayo de 2019

Veintiuno de mayo

En mi trabajo atiendo situaciones de todo tipo. Algunas felices -paternidad y maternidad, tarjetas sanitarias europeas de personas que van a salir de vacaciones, jubilaciones, etcétera-; algunas muy tristes.

Aprendemos, sin siquiera darnos cuenta de ello, en cada momento. Desde que nos despertamos por la mañana hasta que caemos rendidos de sueño por la noche. No lo podemos evitar. El ser humano está hecho para explorar y aprender y escuchar y querer ir más allá de la siguiente colina. Somos así cuando estamos sanos. No lo somos cuando enfermamos.

Atiendo cada día a personas enfermas, y tras tantos años me he dado cuenta de que las enfermedades mentales son terribles. Yo padezco, en muy pequeño tamaño, de ello: cada mañana me tomo un antidepresivo y ansiolíticos, nada más el resto del día, pero veo casos muy graves. Seres humanos que han perdido cualquier interés, cualquier curiosidad, que vegetan en un limbo de obsesiones patológicas y otras enfermedades verdaderamente incapacitantes. Creo que la línea que separa a un enfermo digamos leve, como yo, de un enfermo grave, es cuando ya han perdido la curiosidad. Cuando ya se han rendido a la idea de que la rutina es una mierda y rechazan la posibilidad de que algún día puedan ser felices. Es cierto que estos usuarios suelen tener vidas familiares muy desestructuradas, poco apoyo familiar, dependencias tóxicas, etcétera. Pero me da mucha pena. Me dan ganas de agarrarles del cuello y decirles: ¿No os dais cuenta de que esta oportunidad de explorar y sentir este mundo es la única que os ha sido dada? Pero no lo hago porque sé que su enfermedad les incapacita para entender algo así. Y porque podrían denunciarme, y con razón.

Esto es lo que hay. No podemos elegir, y esto es importante: nadie puede elegir dónde y cuándo nace. Si en un país en guerra o en la cuarta potencia de la Unión Europea. Pero todos podemos decidir cómo afrontamos el reto de vivir, de sobrevivir, de aprender incluso de lo que nos sucede si no morimos durante el camino.

Siempre he creído que lo que nos hace humanos, si eso tiene alguna importancia, algo que dudo a veces, es nuestro afán de saber más, de huir, de conquistar, de saber qué se ve desde la colina más cercana.

lunes, 20 de mayo de 2019

Veinte de mayo

Sí, lo sé, la entrada de ayer fue una mierda pinchada en un palo. Pero escribo cada día. Cada día de cada día, al menos hasta el treinta y uno de diciembre de dos mil diecinueve. Si soy capaz. Tal vez he sobrevalorado mi capacidad creativa.

Bueno, en realidad siempre la he sobrevalorado.

Mi nombre es nadie.

domingo, 19 de mayo de 2019

sábado, 18 de mayo de 2019

Dieciocho de mayo

Se ha quedado dormida a mi lado. Yo escribo en la mesa baja del salón con los cascos puestos. La televisión está apagada (Eurovisión nos importa lo mismo a ella y a mí). Ayer fue su cumpleaños. Es una ventaja que no lea este diario. Imagino que alguien pensará: "¿Es su pareja y no lee lo que escribe en internet?". Pues sí, no lo lee: lo vive. Estamos juntos desde los dieciocho o diecinueve años, y nunca la he querido tanto. Hemos madurado juntos. Es preciosa. Durante mis crisis depresivas y de ansiedad supo estar a mi lado sin decir nada, sólo ahí, amándome. Todavía no sé exactamente por qué me quiere porque, en muchos sentidos, soy un desastre, pero sé que, sin su amor, yo me habría perdido para siempre en un bosque muy oscuro. Ahora mismo me río en silencio porque está absolutamente dormida en la butaca. No le molesta el ruido de las teclas. La miro y pienso que soy el ser humano más afortunado de la tierra y del sistema solar y de la galaxia. Y eso es todo por hoy.

viernes, 17 de mayo de 2019

Diecisiete de mayo

Hemos llegado a Zaragoza a las diez y directamente hemos cenado. Como otras veces, he venido a la habitación de mi hija Paula a escribir este diario en la mesa que tenía en Binéfar, sentado en su pequeña silla de escritorio. Nunca hemos sentido el síndrome del nido vacío, tuvimos nuestros hijos para dejarles volar y vivir sus propias vidas, pero veo sus dibujos en el tablero de corcho y siento una punzada de nostalgia.

¡Fuera! ¡Fuera de mí, sentimiento inútil salvo para los malos poetas! El día, este día, hoy, se acerca a su fin. Me sucedieron muchas cosas, sobre todo en el trabajo, pero estoy muy cansado para contarlas. Conozco muchos rostros de la naturaleza humana.

Conduciendo entre Barbastro y Zaragoza el sol ya en retirada transformaba los campos de cereal y las islas de roca arenisca coronadas de encinas carrascas en paisajes irrepetibles, de una belleza aparentemente fugaz que, sin embargo, se repetirá mañana. Es mi mirada la que convierte todo en algo fugaz, acabo de darme cuenta. Yo soy lo fugaz.

jueves, 16 de mayo de 2019

Dieciséis de mayo

Ayer fui a la peluquería y ahora mismo tengo el pelo de la cabeza más corto que el de la barba. Me dan ganas de pintarme los ojos con ceniza mojada y salir medio desnudo a la calle a saquear iglesias y violar y asesinar a personas inocentes. Vagar por bosques que ya no existen. Si Guillermo, mi peluquero desde hace tantos años, supiera.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Quince de mayo

Hoy he tramitado dos maternidades y dos paternidades, además de una viudedad y muchas cosas más. Una de las madres tenía ojeras, estaba deshecha, me ha dicho: "Sólo ha dormido una hora, de doce a una". Por supuesto, mientras estaba al otro lado de la mesa, Vera dormía como una santa gusanita (que es lo que son con quince o veinte días de existencia en este mundo raro).

Me encanta atender a madres y padres primerizos, es de las cosas que más me gustan entre todas las que hago en mi trabajo. Parejas tan jóvenes como Maite y yo lo fuimos una vez. Sin instrucciones pero con esa mezcla de maravilla, responsabilidad y confianza. A veces me preguntan: "¿Tú tienes hijos?", y yo les contesto. Creo que les ayudo un poco aunque todo da igual, porque cada experiencia es única en el universo. Básicamente les digo que pasen de las revistas y manuales y hagan lo que les diga el corazón. Nuestra hija durmió con nosotros, porque si no no dormía, hasta no sé qué edad, no lo recuerdo, y ahora es una brillante doctoranda en Noruega. No existen manuales, no hay que seguir a ningún gurú. No hay verdad más fuerte que la de nuestro instinto y nuestras necesidades básicas, que, en nuestro caso, eran poder dormir. ¡Poder dormir!

Cuando hemos terminado se levantan al otro lado de la mesa, me dan las gracias y se alejan empujando el cochecito donde duerme la gusanita que se convertirá en una mujer maravillosa, el gusanito que se convertirá en un hombre maravilloso. Yo lo contemplo todo desde mi atalaya de los cincuenta y seis años que cumpliré en pocos días, pero no puedo dejar de emocionarme. La minúscula llama de nuestra presencia en el universo continúa brillando.

martes, 14 de mayo de 2019

Catorce de mayo

Suena una moto en la calle. La ventana está abierta. Su ruido se aleja. Como cada noche, tengo sueño pero me da pena dar por acabada esta página. Una página absolutamente cotidiana y sin ninguna importancia por lo demás: ¿qué pena debería darle a nadie? Ninguna. Estoy cansado, eso es lo que me pasa. Muy cansado -los martes trabajamos hasta las siete de la tarde. Tantas voces, tantos rostros, tantas preguntas, tantas situaciones diferentes: esperanza, desesperación, asuntos sin peso aparente.

La desaparición del ruido de la moto ha dejado el barrio en silencio. Suele pasar. El ruido nos recuerda lo que teníamos y perdimos temporalmente, como sucede con la salud. Me tumbaré en la cama, cerraré los ojos, respiraré profundamente tres o cuatro veces y me dejaré arrastrar por lo que venga, sin miedo. Nací muerto.

lunes, 13 de mayo de 2019

Trece de mayo

Ha llegado el calor y, con él, los insectos. Vuelan hipnotizados alrededor de las farolas encendidas de la calle nocturna, una nube que se acerca y se aleja. Luego vendrán los pequeños murciélagos de alas de amapola para ponerse las botas. Todo es tan extraño.

domingo, 12 de mayo de 2019

Doce de mayo

En el piso que quedó vacío hace unas semanas frente a mi dormitorio se ha instalado una nueva familia. Un hombre se asoma a la calle y se pone a silbar. No son canciones que yo conozca, tengo la impresión de que improvisa. Mezcla música celta, clásica y jazz, yo diría. Silba muy bien. He estado a punto de asomarme yo también a la ventana y ponerme a aplaudir, como en un concierto.