miércoles, 21 de marzo de 2007

Despertar

Lo primero en despertar es mi oído: uh-uuuh, uh-uuuh, zurea una tórtola en el exterior. Abro los ojos. El dormitorio es un espacio de sombras azuladas. Me doy la vuelta en la cama para mirar la puerta que da a la terraza: la luz de la calle es pálida y gris. Hasta que el sol no esté un poco más alto no aparecerán los colores. La casa está en silencio. Hoy he sido el primero. No es frecuente que me despierte sin ayuda del reloj, pero ayer estaba agotado y me acosté temprano. Ahora, después de ocho horas de sueño profundo, me siento fresco, recuperado, expectante. Dentro de unos minutos me levantaré en silencio y vaciaré mis intestinos, me ducharé, me afeitaré, me vestiré, prepararé los almuerzos de mi familia, tomaré un café con leche. Dentro de unos minutos. No ahora mismo. Uh-uuuh. Uh-uuuh. La luz está cambiando. Los colores comienzan a resucitar.

jueves, 15 de marzo de 2007

Había un perro

Había un perro de edad indefinida en la puerta del edificio donde trabajo, esperando obedientemente a su dueño. Me he acercado a él y le he dicho “hola”. Ha movido el rabo. Me he puesto en cuclillas y le he acariciado el cuello y el lomo. Era un buen perro y me ha permitido mirar de frente el abismo de sus ojos sin mostrar inquietud. Durante unas milésimas de segundo me ha parecido verme reflejado en ellos. Algo parecido a la paz ha invadido mi corazón. No sabría explicarlo.

martes, 13 de marzo de 2007

Astilleros

No es que pensara que al hacerse adulto dejaría de soñar, pero le sorprende seguir haciéndolo con la misma intensidad que cuando era pequeño. Esta noche, por ejemplo, caminaba a través de las calles de una ciudad familiar y al mismo tiempo extraña. A pesar de las horas transcurridas recuerda perfectamente la claridad de los muros y las aceras bajo un cielo cubierto de nubes negras. Astilleros. La tensión del aire anunciando la tormenta. Balcones antiguos en las fachadas. El olor del mar.

domingo, 11 de marzo de 2007

Suavidad

El viernes despedimos a un compañero que se jubilaba. Él, además de colega, es también granjero y agricultor, y nos regaló una docena de huevos de su corral a cada uno, y abrió una botella de vino dulce casero para acompañar unos pasteles que había comprado.

Ayer sábado recorrimos dos veces los doscientos cincuenta kilómetros que hay entre esta mesa y el huerto de mis padres. De nuevo nos reuníamos todos, algo que no sucedía desde Navidad. Coches aparcados en batería, niños de diferentes edades corriendo y chillando por doquier, platos y bandejas de comida, buena bebida, en fin, lo de siempre (maravillosamente "lo de siempre"). Me sentí feliz al ver casi totalmente recuperada a mi hermana pequeña, con quien había estado por última vez a finales de febrero en un hospital de Pamplona.

Hoy el domingo ha transcurrido lenta y pacíficamente. Al mediodía he preparado una fideuá de sepia, y por la noche me he ensimismado de tal modo pelando patatas que al final he tenido que hacer dos tortillas en vez de una. Ahora tengo en la boca el sabor del ajo picado de la ensalada de tomate, y no me desagrada. Bebo un sorbo de whisky. Levanto la vista y contemplo la inmóvil cortina exterior de la terraza. Aunque el viento se ha calmado puedo sentir cómo mi mundo se precipita suavemente.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Cambios

El tiempo ha cambiado bruscamente. Ayer a las tres, cuando me detuve en la carretera comarcal para observar el cuerpo de un jabalí atropellado, lucía el sol sobre los campos de color esmeralda y los almendros blancos; hoy a la misma hora llovía en forma de ráfagas violentas que agitaban el coche y hacían caer los pétalos de los árboles.

Al llegar a casa me he dado cuenta de que un pequeño charco de agua se había infiltrado por la puerta de la terraza, así que he ido a buscar un periódico viejo para repartir sus hojas sobre la zona. Siempre me pasa lo mismo: qué interesantes me parecían ahora los artículos y noticias que había dejado pasar de largo en su día. Han tenido que llamarme a la mesa por tercera vez para que dejase de leer las páginas que a continuación iban a absorber la lluvia invasora.

domingo, 4 de marzo de 2007

Ciencia ficción I

La tierra, marzo de dos mil siete. No existen colonias humanas en otros planetas, ni siquiera en la luna. Una joven española estudia una partitura en un apartamento en Salzburgo. La estación espacial internacional orbita a trescientos ochenta y seis kilómetros de altura, la máxima distancia que una población estable de nuestra especie ha logrado alcanzar en el espacio. La floración de los almendros ha dado comienzo a la temporada de los apicultores.