viernes, 4 de febrero de 2011

35

El monstruo se acercó al amanecer con una taza humeante entre las manos. Exhalando vapor por la boca contempló nuestro mundo y se preguntó, pensando en sus queridos hibiscos y jazmines, si habríamos sobrevivido a las heladas de estas semanas. Yo no sabría decir si estamos muertas o vivas, aunque se me ocurre que si soy capaz de hacer estas reflexiones será que yo, al menos yo entre mis hermanas, sí estoy viva. El invierno es largo en la oscuridad, y durante algunas de las madrugadas más duras a punto estuve de convertirme en una gota de hielo en lo profundo del hormiguero, pero aquí estoy. El monstruo se ha ido, confiado en que este invierno terrible le haya librado de nosotras. Pobre ignorante, no sabe que llevamos librando esta batalla desde hace millones de años y nunca la hemos perdido.

jueves, 3 de febrero de 2011

34

De pronto he sentido en mi cerebro el aroma del aftershave del hombre que se había sentado al otro lado de mi mesa. Apenas podía creerlo. Mientras giraba hacia el ordenador he acercado disimuladamente la nariz al hombro derecho de mi camisa y sí, era cierto, ahí estaba la fragancia del suavizante. ¿Cómo explicar la felicidad que me ha embargado, las ganas de levantarme y saltar de alegría? Desde ese preciso momento el mundo ha sido absolutamente distinto para mí: más completo, más interesante, más rico. ¿Cómo explicar la emoción de volver a oler las calles, el interior de mi coche, el aire viciado del garaje, la escalera de mi casa?

miércoles, 2 de febrero de 2011

33

Me conmovieron las fosas comunes de guerreros griegos muertos hace dos mil quinientos años, jóvenes que cayeron combatiendo contra los cartagineses en la batalla de Himera, al norte de Sicilia, a finales de septiembre del año 480 antes de Cristo. Algunos de los cuerpos conservaban las puntas de flecha y lanza que habían acabado con ellos. Recordé un epitafio dedicado a los atenienses caídos en la batalla de Queronea un siglo y medio antes: «¡Oh, Tiempo, que ves pasar todos los destinos humanos, dolor y alegría; la suerte a la que hemos sucumbido, anúnciala a la eternidad!»

martes, 1 de febrero de 2011

32

Son las cinco de la mañana y no puedo dormir. No estoy seguro de que haya sido una buena idea hacer frente a mi vieja y crónica rinitis. He comenzado el tratamiento con corticoides, antibióticos y nebulizadores nasales, y mi organismo se resiente, me siento extraño, no estoy acostumbrado a tanta medicación. La primera fase del tratamiento va a durar diez días, ayer fue el primero, y el doctor P., un hombre tal vez demasiado serio y distante, me aseguró que no me ocasionaría ninguna molestia, lo cual no ha resultado cierto del todo. Le daré un voto de confianza, no quiero rendirme tan ridículamente pronto, pero estoy inquieto. Debería intentar dormir un poco. Pronto amanecerá.

lunes, 31 de enero de 2011

31

Salgo de la agencia a las seis y diez de la tarde. La luz ha comenzado a cambiar oscureciendo poco a poco todos los colores. El río Vero, encauzado por el canal de hormigón que lo doma a lo largo de Barbastro, fluye hacia el mar. Subo al coche, arranco el motor, giro el mando de las luces, dejo libre el hueco que ocupaba junto a la acera, y vuelvo a casa.

domingo, 30 de enero de 2011

30

Encuentro un gran consuelo en las llamas del hogar, en su contemplación y también en el sonido que hacen. Es el mismo consuelo que ofrece el repiqueteo de la lluvia o las olas del mar rompiendo una y otra vez en la playa. Ese tipo de consuelo.

sábado, 29 de enero de 2011

29

Después de las copas vuelvo a casa a las tres de la mañana. Ayer estuve toda la tarde en Lérida y al regresar no tuve tiempo de cenar antes de bajar a ensayar, así que ahora me preparo dos huevos fritos que devoro con hambre de lobo en la mesa de la cocina mientras en la radio hablan, a estas horas de la madrugada, de realidades paralelas, de chamanes, del carácter sagrado de la ayahuasca, de viajes cósmicos.

jueves, 27 de enero de 2011

27

Alguien dijo que estaba nevando y todo el mundo miró hacia los ventanales. El runrún del público que esperaba su turno enmudeció. Quienes estaban siendo atendidos dejaron de sentir miedo durante unos segundos. Alguien dijo que era agua nieve, no nieve de verdad.

miércoles, 26 de enero de 2011

26

Salgo del trabajo a las tres y paso a todo correr por el supermercado armado con mi pequeña lista de papel y... ¿qué es esto? ¡Lo han cambiado todo de sitio! Oh, mierda, ahora en vez de tardar diez minutos tardaré quince o veinte y estoy hambriento como un animal porque hoy tampoco he podido comer nada en toda la mañana. Llamo a casa avisando de que tal vez llegue un poco más tarde de lo previsto y me dicen: «Se te escucha muy cansado, déjalo, ya iremos mañana u otro día». «Ah, no, no podría soportar una tercera noche sin mi yogur», contesto con cierto deje de desesperación en mi voz. «Vale, pues lo que quieras, ya llegarás». Cuelgo el teléfono sintiéndome el tipo más tonto del universo y a continuación salgo disparado en busca de los yogures, ¿dónde demonios los han puesto?