viernes, 14 de enero de 2022

Como el bello día

Ni la belleza ni la tristeza
tienen horario. Me dormí y
acabo de despertar sentado
en la silla, sí, sentado en
la silla. La noche me ignora
mucho más de lo que yo
le ignoro a ella, cansado como
un humano vacío, sólo huesos,
piel, cáscara, ropa, ella
recién despertada, la joven noche
tan inmortal como el bello día
que comenzará mañana helado,
transparente, eterno.

jueves, 13 de enero de 2022

Intacta

Amanece otro día con temperaturas bajo cero. He dormido bien. Espero que el día me sea propicio (a veces me gusta hablar como lo hacen los romanos en las películas).

Ayer sucedió y nunca volverá, el futuro no existe y ahora voy a ponerme en marcha con mi esperanza intacta. Lucho cada instante para mantenerla, a menudo contra mí mismo.

miércoles, 12 de enero de 2022

Toda esta levedad

Tras algo más de veinticuatro de horas en ayunas ya me he recuperado de la gastroenteritis. A mi padre le está costando un poco más. Imagino que esa es la diferencia entre tener 58 años y 85.

Hoy ha sido una mañana de trabajo "suave": sin parar pero sin aglomeraciones ni situaciones incómodas como otros días. Yo, como un recién resucitado, limpio por dentro y por fuera, estaba tranquilo, sereno, consciente de algo que nunca he sabido muy bien cómo definir: fugacidad, toda esta levedad.

martes, 11 de enero de 2022

Almejas sospechosas

Noche mala, con dolor de estómago, ganas de vomitar que intentaba contener en la oscuridad y, finalmente, pequeña carrera para llegar a tiempo al cuarto de baño. He vomitado varias veces hasta que, al menos por allí, ya no quedaba nada, porque después todavía me ha dado tiempo de permitir su paso a la diarrea. Madrugada mala. Me he lavado los dientes pero esa sensación de ácido en el interior de los dientes ha sido costosa de erradicar. Algo que me sentó mal: una grastroenteritis que me ha postrado en la cama.

Al mediodía mi hermano Javier nos anuncia que mi padre también ha vomitado y está muy pachucho. La hora de sus vómitos coinciden casi al minuto con la mía. Le llamo al teléfono. El domingo al mediodía, antes de volver a Barbastro, fui a visitar a mis padres a su casa. Como llovía un poco, en vez de ir a dar un paseo mi padre sacó unas aceitunas y, tachán, unas grandes almejas de lata que mi madre no comió porque, según dijo, "estaban duras". Y lo estaban: grandes, duras y oscuras, pero por no hacerle un feo al abuelo las comí junto a él. Cuarenta horas más tarde vomitamos los dos. Mi madre, que no las comió, está muy bien (dentro de las circunstancias). Me pregunto si es normal que pasen tantas horas entre el consumo del producto y sus consecuencias, desde el domingo al mediodía hasta la madrugada del lunes al martes, pero la coincidencia es demasiado evidente.

Y aquí estoy, en ayunas desde la cena de ayer, haciendo uso de mis abundantes reservas naturales y bebiendo mucha agua. Hacía mucho tiempo que no vomitaba, no recordaba lo desagradable que es, el dolor muscular después de las contracciones musculares, el sudor frío, la debilidad. Este año comienza fuerte, aunque lo importante es que mi padre, una persona muy mayor, se recupere lo antes posible. Afortunadamente dos de mis hermanos viven en Zaragoza y están por ellos. Dos mil veintidós, qué tienes preparado para nosotros.

lunes, 10 de enero de 2022

Una despedida

He ido al taller, me han dicho dónde estaba y me he acercado a ella con una bolsa para despedirme. Mi vieja y querida Citroen Picasso de 2004, con cuatrocientos mil kilómetros, ha dicho basta. Algo de la culata (siempre es algo de la culata y los balancines). Una avería demasiado cara para un vehículo que ya en los últimos meses nos había dado alguna que otra avería menor. Mientras recogía cosas de Carlos, que era su conductor ahora: dos balones de fútbol, un saco de dormir, cedés de música, una Play Station estropeada y veinte cachibaches más; mientras recogía las cosas, decía, he recordado muchos viajes, cómo eran mis hijos entonces, hace casi dieciocho años, cómo éramos sus padres. Nos salió muy buena la Picasso, esperaba que mi hijo pudiera hacerle quinientos mil kilómetros, pero no ha sido posible.

Siempre digo que mi religión es el animismo porque otorgo alma a las cosas, y no hablo de la naturaleza, no, hablo de objetos artificiales también: camisetas con agujeros, zapatillas de andar por casa, chaquetas de lana llenas de pelotillas, gafas, botas, ordenadores portátiles, coches. Lo que me gusta suele gustarme para siempre, no sé por qué.

He llamado a un desguace de coches que me ha recomendado el jefe del taller y me he encontrado con todo lo contrario: rudeza, poca educación, nula empatía. Me ha pedido que le enviara fotografías del coche y le he enviado fotos de las ruedas nuevas, de los asientos, incluso de la caja plegable que venía de serie en mi coche: piezas que creo que podría revender. Me ha dicho de malos modos que esas fotos no le servían para nada, que quería fotos del vehículo completo. Si no fuese porque un coche sólo puede darse de baja en uno de esos lugares y, porque además de una barbaridad medioambiental es un delito grave, quemaría la nave que tan felices nos hizo y tántos kilómetros nos permitió recorrer en España y fuera de España, un justo homenaje como se hacía con los barcos vikingos.

Es una tontería, lo sé. No sé lo que me digo. Espero al menos no tener que pagar para que una grúa se lleve nuestro coche para ser desguazado en piezas. No sé enfrentarme a personas que sólo respetan el dinero y tampoco sé regatear, nunca he sabido, no sé por qué.

Adiós, vieja amiga. En mi familia nunca te olvidaremos.

domingo, 9 de enero de 2022

Ballenas

Creo que dos mil veintidós está tomando un cariz distinto al que yo suponía el año pasado o, lo que es lo mismo: hace nueve días.

Ignoro por qué vienen a mi mente imágenes de ballenas viajando en el océano. Ni siquiera saltan espectacularmente sobre las olas, sólo nadan bajo el agua sin más, rodeadas de inmensidad.

sábado, 8 de enero de 2022

Cañas con limón

Al mediodía vamos a tomar el vermú con mis padres y mi hermano Carlos, que está tan o más guapo que siempre y es tan o más maravilloso que siempre. Mi madre se apoya en mi brazo y en el de mi hermano y camina un poco agachada por la falta de equilibrio. Mi padre camina delante con el brazo en el regazo del de Maite. Hace sol y las terrazas están llenas de gente: enero en España.

Papá cojea un poco, como siempre desde que se rompió el menisco en el huerto, y le veo un poco más pequeño físicamente desde atrás, aunque mantiene intacto su porte de senador romano. Lleva unos días con tos y esta noche ha dormido mal porque mi madre se ha despertado muchas veces, pero no tiene fiebre y hoy, de hecho, se encuentra mejor. A pesar de que le telefoneo todos los días no me había dicho nada, él es así, jamás se quejará.

El caso es que contemplo a mis padres en la última fase de sus vidas anónimas y hermosas, y me emociono y siento mucho amor a pesar del Alzheimer de mi madre y la lógica decadencia de mi padre. La mañana soleada ilumina todo esto, y caigo en la cuenta de que mañananas tan soleadas como esta iluminaron batallas sangrientas que pasaron a la historia, y también miles de fiestas llenas de alegría, y nacimientos, y muertes, funerales y lágrimas. El sol brilla sobre las calles de la ciudad y los campos que la circundan. Unas vidas comienzan y otras se aproximan a su fin, pero tomaremos unas papas bravas y calamares a la romana con unas cañas. A mi madre le gustan con limón.

viernes, 7 de enero de 2022

Invencible

Como siempre cuando llegamos por la noche, Zaragoza parece una colonia del futuro en Marte. Para llegar al barrio donde se encuentra nuestro piso entramos desde la autovía de Logroño y lo primero que vemos son las luces de la estación Delicias, el centro comercial cercano y los edificios separados por muchos metros de asfalto.

Nunca imaginé que la vería de este modo cuando crecí y sufrí aquí mi adolescencia. Entonces era una ciudad muy provinciana que aparentemente, sólo aparentemente, podías cruzar caminando en media hora.

Comienzo a tener una edad desde la que poder juzgar los cambios que se han producido a mi alrededor y también en mi interior. Todas aquellas personas que fueron importantes y ahora ya he olvidado. Algunas murieron muy jóvenes. Me sorprende haber llegado hasta aquí y siento una mezcla de indiferencia y curiosidad infinita. Me gustaría visitar las futuras colonias de Marte, pero soy consciente de que ya no las alcanzaré.

El invierno prosigue implacable su camino con la rotundidad metálica de quien se cree invencible. Pobre.

jueves, 6 de enero de 2022

En la churrería

Después de la noche de trabajo los Reyes Magos se quitan las capas, las zapatillas de colores, las coronas, y, vestidos de civil, acuden a una churrería antes de regresar a Oriente. Mientras les preparan los chocolates calientes, Melchor sale a la acera a fumar un cigarrillo. Pasa un autobús rojo sin ningún pasajero en su interior. Durante un instante, como tantos años, como todos los años, imagina la felicidad de no ser inmortal.

miércoles, 5 de enero de 2022

Las hienas

Vuelvo a un antiguo
anfiteatro desierto,
abandonado, cubierto
de hierbas y árboles.

Las hienas ríen
a la luz de la luna,
sus fauces empapadas
de sangre.