jueves, 8 de abril de 2021

Amor

Yo, cuando pienso, hablo o escribo del amor, no pienso en el amor romántico o sexual de una pareja; no pienso en el de una familia: el de los padres hacia los hijos o el de los hijos hacia los padres; ni siquiera pienso en el amor entre amigos, uno de los más verdaderos en mi opinión. Yo, cuando pienso en el amor, pienso en uno que excede mi cuerpo, mi casa y esta pequeña ciudad, un amor que ni siquiera contiene solamente seres humanos sino también animales, paisajes, carreteras, territorios desérticos, bosques primitivos, laderas de nieve. Entre un beso profundo en la boca de mi compañera desde hace tantos años y el tacto en el arco de mi pie desnudo sobre un guijarro de río cerca de la frontera de Francia, más allá de Bielsa, no encuentro ninguna distancia. Porque el amor es vida: las olas del mar rompiendo contra tus piernas en la playa un día gris, el sonido de la lluvia sobre el paraguas, la luz del sol paseando por la calle, el asombro ante las amapolas en un sembrado de cereal, un escarabajo negro cruzando lentamente tu camino, la luna llena en una noche sin nubes, el campo de nubes bajo las alas de un avión, las semillas de un diente de león volando como diminutos paracaídas al soplar sobre su delicada flor redonda.

2 comentarios:

Marimaika dijo...

Ser así de universal también es romántico. Bellas vistas.

Jesús Miramón dijo...

Bellas vistas. Me gusta, Maika, gracias y buen día.