Entre el amor y el aburrimiento no pasa nada malo; tampoco entre una siesta y el entusiasmo. Nada, ni siquiera la experiencia, es una respuesta. Tenemos lo que tenemos: nuestra humanidad absurda, contradictoria, milagrosa como un caracol o una jirafa, y nada más. Todo es un regalo porque lo contrario es nada. Me duele hasta el tuétano la guerra y el sufrimiento, pero no sé qué hacer al respecto desde este oasis planetario que es mi país salvo votar, expresarme, llorar, y a veces también reír, reír y llorar. Entre la siesta y la lucidez no pasa nada malo. Entre el último paso y el siguiente sólo existe nuestra curiosidad, y el amor. Cuando muera, y he visto morir en mis brazos, esa será la huella.
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