martes, 24 de febrero de 2009

Mar de los sargazos

Al llegar la oscuridad se escuchan con más nitidez todos los sonidos: el roce de las algas contra la quilla, el susurro de la broma atacando la madera, el perezoso chapoteo del agua quieta. Calma chicha. Sentado en el puente espero con paciencia el regreso del viento.

domingo, 15 de febrero de 2009

Una araña en la pared

Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Una araña pequeña que desde lejos parece negra pero al acercarme se revela marrón, tal vez vino, cereza, sangre oscura. A pesar de que no hago nada salvo acercarme a ella y observarla con curiosidad, el insecto me detecta y huye sobre el muro de color albero. La dejo ir.

Diez minutos antes me excusaba en el portal de una fiesta de cumpleaños. Vamos, entra a tomar algo, me decía la madre del homenajeado. No, no, gracias, mañana es lunes y hay que prepararlo todo, dile a Carlos que salga, por favor, le decía yo. Aparecía el padre, venga, hombre, tómate una cerveza. No, de verdad, gracias, otro día, gracias.

Oh, Dios, si hay algo que odio de llevar e ir a buscar a Carlos a las casas de sus amigos es tener que relacionarme socialmente. Aunque debo decir que todas, absolutamente todas las familias que he conocido de este modo, están compuestas por gente amable y encantadora. El problema soy yo. Me gusta mi especie, me interesa, me conmueve, pero cada día de lunes a viernes me relaciono profesionalmente con treinta o cuarenta personas distintas, así que lo que más me apetece el fin de semana es estar solo, no tener que escuchar a otros seres humanos.

Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Al aproximarme para observarla más de cerca huye en dirección al techo. Allí debe de tener su escondite. Su nido. Los insectos despiertan. El invierno comienza lentamente a despedirse.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Voluntad

Le digo: Si sufriese un accidente de tráfico, por ejemplo, sí, no me mires de esa manera, al fin al cabo viajo cada día, mis posibilidades estadísticas son matemáticamente mayores, escúchame, si tuviese un accidente y quedase en coma irreversible, por favor, no permitas que se prolongue mi vida artificialmente, no quiero ser un cuerpo sin consciencia condenado a respirar a través de una máquina el resto de mi existencia, no lo quiero, te lo pido, no permitas que nadie obre contra esta voluntad.

sábado, 7 de febrero de 2009

Después del ensayo

Son las dos de la madrugada cuando salimos del Chanti. Dejo a Susana en su casa y conduzco de regreso a la mía a través de calles estrechas. Arriba la luna llena me acompaña, minotauro, en el cielo negro. Subo las escaleras, introduzco la llave en la puerta, entro en el cálido espacio, cuelgo la chaqueta en la percha de la pared, me sirvo un whisky con hielo, abro el cuaderno, escribo estas pocas palabras.

jueves, 5 de febrero de 2009

Párpados blancos

Estoy sentado en una embarcación primitiva, tal vez una canoa, rodeado de personas desconocidas. A mi lado hay una mujer rubia, detrás de mí un hombre mayor, tengo la sensación de que también hay niños. Todos miramos el cielo esperando lo inevitable. Nadie dice nada cuando el sol comienza a crecer hasta cubrir todo el horizonte. El calor de un millón de volcanes evapora el agua del río. La mujer chilla cuando la luz nos arrasa. Cierro los ojos pero ya no existe la oscuridad. Mis párpados son blancos. La muerte suena como el viento.

domingo, 1 de febrero de 2009

Posibilidades

Llueve copiosamente cuando llevo a Carlos a casa de su amigo. La luz de las cinco y media de la tarde es oscura y turbia. Tras asegurarme de que ha entrado en el portal conduzco de regreso. Para tan breve trayecto no me he cambiado de ropa y visto un viejo pantalón agujereado en la entrepierna, una camisa de cuello desgastado y una chaqueta de lana cubierta de pelotillas de borra. Si me pasara algo, un pequeño choque, cualquier cosa. Cuando yo era niño mi madre tenía en cuenta ese tipo de posibilidades, decía que siempre había que ir bien limpio y arreglado por si acaso uno tenía un accidente. Lo recuerdo mientras las escobillas del limpiaparabrisas baten el cristal una y otra vez, lo recuerdo, sonrío y conduzco con mucho, muchísimo cuidado.

martes, 27 de enero de 2009

Sin título

Cada mañana conduzco hacia el oeste
con el sol saliendo detrás de mí. A los cuervos
y urracas les gusta la tierra que
mueven y apisonan grandes máquinas amarillas.
Contemplo las obras de la nueva autopista
y pienso en el amazonas. Pienso
en la luna, en marte, pienso en el futuro.

Algunas tardes regreso hacia el este
con el sol detrás de mí, su muerte comenzando
a borrar indiferente las horas y los caminos.
He recorrido muchos hasta llegar aquí, a
este instante preciso en el que escribo
"este instante preciso". No más allá,
no más lejos, no en otro lugar.

sábado, 24 de enero de 2009

El viento, el viento

El viento, el viento soplando sin cesar. Por la mañana tuve que salir a la terraza porque la cortina exterior se había soltado y, como una vela desarbolada en medio de la tormenta, restallaba violentamente contra el cristal. Pude recogerla y amarrarla al grifo de la manguera de agua. Luego me encargué de la mesa, que había sido volcada y arrastrada hacia la leña, le di la vuelta, las patas hacia arriba, y la acerqué al muro del sur, contra el viento.

El viento, el viento soplando sin cesar. Al mediodía supe que derribó un polideportivo en Barcelona matando a cuatro niños de entre nueve y quince años de edad. Estaban practicando béisbol. Pensé en mi hijo de once años muerto bajo los escombros. Durante unos segundos mi médula espinal se secó como una raíz muerta. Pronto aparecerán en las televisiones los rostros de unos padres destrozados, patéticamente ajenos a las cámaras por la incredulidad, el pánico, sus existencias rotas irremediablemente. Yo no veré esas imágenes, no, no las veré, me niego a verlas.

El viento, el viento ciego soplando sin cesar mientras el suelo gira lentamente bajo mis pies, centímetro a centímetro, minuto a minuto, adentrándose en la noche.

miércoles, 21 de enero de 2009

Kyrie eleison

Preparo para cenar conejo al ajillo que ha comprado mi mujer. A ella no le gusta pero a nosotros sí. Mientras las piezas se doran en el aceite pico una cabeza entera de ajos que añadiré luego. En el equipo de la cocina suena por enésima vez, he conseguido que la aborrezcan todos, la Gran Misa en do menor de Mozart. Bebo una copa de vino añejo casero que me regaló en navidad un antiguo compañero de trabajo ya jubilado, sabe un poco a coñac pero así bebido frío está bueno. Sé que todo esto, lo que me rodea, lo que cocino, lo que bebo, no es nada, minucias, migas, lo sé porque he leído del mundo, de la historia, del futuro imaginado, lo sé porque he viajado un poco, muy poco. Reduzco la potencia del fuego y vierto los ajos picados en la cazuela. Estoy informado sobre las guerras del presente, he estudiado algunas del pasado. Sé que el Océano Pacífico es más inmenso de lo que puedo imaginar. Comprendo el vértigo de millones de años concentrado en los estratos sedimentarios que las obras de la nueva autovía entre Huesca y Lérida han dejado al descubierto. Sé que la Tierra es nuestro único hogar, el de los muertos cuya canción canto cada día sin saberlo, el de nuestros hijos que sonríen a la luz del sol de invierno. Yo mismo soy sistema de universos bacterianos que morirán conmigo. Preparo una ensalada de bolsa, una de esas de brotes, hojas de mostaza y acelga roja tan ricas, abrir y servir, más fácil imposible, aliñada simplemente con sal, aceite de oliva y vinagre de Módena. Apago el fuego de la cazuela de conejo. El disco vuelve a comenzar en el Kyrie, una de mis preferidas. Tal vez pueda escucharla de nuevo mientras el guiso reposa un rato. Comienza la melodía, rítmica, preciosa, llena de armonía, y ahora entra el coro, primero las sopranos, luego las contraltos, después los tenores, a continuación los bajos. ¿Cómo es posible tanta belleza?



Mass in C minor, K. 427 "Grosse Messe": Kyrie - Mozart