Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Una araña pequeña que desde lejos parece negra pero al acercarme se revela marrón, tal vez vino, cereza, sangre oscura. A pesar de que no hago nada salvo acercarme a ella y observarla con curiosidad, el insecto me detecta y huye sobre el muro de color albero. La dejo ir.
Diez minutos antes me excusaba en el portal de una fiesta de cumpleaños. Vamos, entra a tomar algo, me decía la madre del homenajeado. No, no, gracias, mañana es lunes y hay que prepararlo todo, dile a Carlos que salga, por favor, le decía yo. Aparecía el padre, venga, hombre, tómate una cerveza. No, de verdad, gracias, otro día, gracias.
Oh, Dios, si hay algo que odio de llevar e ir a buscar a Carlos a las casas de sus amigos es tener que relacionarme socialmente. Aunque debo decir que todas, absolutamente todas las familias que he conocido de este modo, están compuestas por gente amable y encantadora. El problema soy yo. Me gusta mi especie, me interesa, me conmueve, pero cada día de lunes a viernes me relaciono profesionalmente con treinta o cuarenta personas distintas, así que lo que más me apetece el fin de semana es estar solo, no tener que escuchar a otros seres humanos.
Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Al aproximarme para observarla más de cerca huye en dirección al techo. Allí debe de tener su escondite. Su nido. Los insectos despiertan. El invierno comienza lentamente a despedirse.
domingo, 15 de febrero de 2009
Una araña en la pared
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4 comentarios:
Cuando estableces contacto con la gente durante la semana,probablemente te encuentras detras de un mostrador o de una mesa.Hay una distancia, una barrera protectora.
La gente se dirige a ti buscando ayuda,buscando respuestas. No has de exponerte.
¿Es realmente la necesidad de espacio,de descanso, de intimidad la verdadera razon por la que no cruzas el dintel de la puerta?.
Raquel.
Hola, Raquel,
cuando alguien viene a nosotros buscando ayuda o respuestas nos exponemos más que en ninguna otra situación, siquiera sea por la responsabilidad que asumimos con nuestros actos. Yo así lo percibo y lo experimento.
En cualquier caso realmente sí es por descanso, también por pereza, que rehuyo las relaciones sociales de compromiso. No hay más motivos.
(Conozco a dos Raquel, me pregunto si serás una de ellas)
Una vez, antes de entrar en el quirófano me preguntó la enfermera si era alérgica a algo. Yo respondí correctamente que sí, que era alérgica a la humanidad.
Al cabo de 25 años de aquello, a la alergia se ha sumado el enfado.
No sé si tiene que ver con tu idea, pero esto es lo que me ha sugerido; lógico, colgamos de nuestras experiencias...
Por cierto, tuvimos un año una preciosa araña anidada en el recodo de la escalera de casa, en un sitio estratégico junto a la ventana. La llamábamos Tomasina. La vimos crecer, engordó, le cazábamos moscas y llegó a conocernos. Pensamos incluso que nos quería, porque cuando subíamos arriba salía hasta el borde de su telaraña y se nos quedaba mirando tranquilamente...
Ha sido un gusto leerte.
Un abrazo desde la Enterprise.
Qué gracia, Hipatia: ¡la araña Tomasina! Yo escribí una vez un cuento para mi hija que se titulaba "El murciélago Tomasín", la historia de un pequeño murciélago que estaba harto de vivir por la noche y decide explorar el mundo diurno.
Un abrazo.
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