jueves, 19 de marzo de 2009

Decimonoveno día

Mañana de muchísimo trabajo, sin tiempo casi para respirar, y por la tarde, con la comida en la boca, viaje a Lérida para las citas de Paula y Carlos con el dentista. En la clínica hace muchísimo calor y encima, como siempre, tenemos que esperar casi una hora porque llevan retraso. Cuando regresamos a casa son las siete y media y estoy cansado, muy cansado y de mal humor. Me sirvo una cerveza fría y vengo a la cama a leer un rato. Sé que cuando estoy cansado y de mal humor lo mejor que puedo hacer es desaparecer un rato.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Decimoctavo día

Escucho el estruendo de los cascos de un caballo en la calle y salgo corriendo al balcón para mirar. Todos los niños que a estas horas acuden a la escuela municipal de música hacen lo mismo que yo, entusiasmados: ¡hala, un caballo!, ¡un caballo! Las madres se lo señalan a los bebés más pequeños: ¡mira, un caballo! Levanto la vista y descubro que más personas se han asomado en otras ventanas y terrazas. El jinete, un joven con una pequeña mochila azul en la espalda, avanza al paso junto a los coches aparcados en la acera hasta llegar a la esquina, girar y desaparecer. Es entonces cuando se rompe el hechizo y la vida regresa al punto donde se detuvo. Los estudiantes de música prosiguen su camino. Los espectadores de las casas regresamos a su interior. El eco de los cascos entre los edificios se extingue poco a poco.

lunes, 16 de marzo de 2009

Decimosexto día

Tarde radiante. En la agencia apagamos los fluorescentes y trabajamos con la luz natural que entra a raudales por las ventanas. Cuando abramos las puertas al público toda esa luz se ensombrecerá a medida que algunos hombres y mujeres nos cuenten cómo y cuánto les está afectando la crisis económica. Un joven de Gambia que trabaja en unas famosas bodegas me contará que el pasado seis de marzo cobró la nómina de enero y no sabe cuándo cobrará la de febrero. Un hombre de cincuenta y seis años querrá saber en qué situación quedaría si cerrase el sitio donde trabaja, una fábrica de plásticos para la automoción que desde hace semanas está en la cuerda floja. Una chica embarazada de muchos meses me preguntará si todavía se mantiene la prestación de dos mil quinientos euros por nacimiento de hijo, yo le diré que sí, que no ha habido ningún cambio, y ella me dirá que en la calle se rumorea que van a eliminar esos gastos, me dirá que a su marido se le termina el desempleo dentro de dos meses, me dirá: "en buen momento hemos ido a tener un hijo, no sé qué será de nosotros".

Regreso a Binéfar por la carretera. La naturaleza florece ajena absolutamente a nuestras pesadumbres. Un poco más allá de la bodega de vino que no puede pagar a sus trabajadores algunos tramos del arcén parecen un verdadero jardín. La semana pasada le comenté a un agricultor lo bonito que estaba el campo y él me contestó con un refrán que no conocía: "flor de almendro, hermosa y sin provecho". Lo recuerdo mientras conduzco junto a los arbolillos de delicados pétalos blancos, hermosos, efímeros.

domingo, 15 de marzo de 2009

Decimoquinto día

No quiero ser el mejor. No quiero llegar más lejos que nadie. No quiero ser rico. No quiero ser el más original. No quiero competir, no quiero perder o vencer, triunfar, fracasar, no. Yo soy un poco más ambicioso que todo eso. Lo único que deseo es aproximarme lo más posible a la verdad.

sábado, 14 de marzo de 2009

Decimocuarto día

Avanzo a horcajadas
sobre el cuello de un elefante.

Avanzo asomado
a la proa del navío.

Bosques y océanos
se abren mansamente a mi paso.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Undécimo día

En realidad la absurda disciplina que estoy aplicando a esta serie de números ordinales, una serie que comenzó por pura casualidad al titular "Primer día" la nota del uno de marzo y que continuará día tras día hasta el treinta y uno, que se titulará "Último día", en realidad esta disciplina sin sentido, digo, debería aplicarla a la no por dinámica menos triste tarea de adelgazar. La bicicleta estática yace olvidada en la oscuridad de una habitación de arriba. El pitido electrónico de sus cuentakilómetros y cuentacalorías suena rítmicamente en mi conciencia. Bip-bip, bip-bip, bip-bip. Bip-bip.

martes, 10 de marzo de 2009

Décimo día

No sé cuánto tiempo hacía que no compraba hígado de cordero, con lo que a mí me gusta. No tenía confianza en el que venden en las grandes superficies comerciales, y además están todas esas porquerías químicas que algunos ganaderos desaprensivos dan a sus animales para que no suden y pesen más en el matadero, sustancias que, lógicamente, tienen que afectar a la salubridad de sus vísceras. El caso es que llevaba años sin comer hígado hasta que hoy en la Carnicería Rosita de Barbastro, donde compro algunas veces, no he podido resistirme a la vista de dos pequeñas piezas que brillaban en el mostrador refrigerado. Pienso hacerlo sencillamente a la plancha, pocos minutos, vuelta y vuelta, sal gruesa y pimienta. Me hace mucha ilusión recuperar aquel sabor.

Claro que el principal acontecimiento de la tarde va a ser el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Liverpool para pasar a octavos de final de la Champions. Carlos apoyará al Madrid, su equipo de siempre, una afición heredada de sus dos abuelos (aunque mi padre siempre se resista a admitirlo abiertamente), y yo apoyaré al Liverpool, soy un poco del Barça (aunque siempre me resistiré a admitirlo abiertamente) y me gusta mucho el equipo inglés donde, por cierto, casi deben de jugar más futbolistas españoles que en el Real Madrid. Hígado y fútbol. No está nada mal.