lunes, 24 de junio de 2019

Veinticuatro de junio

Se avecina una ola de calor "extraordinaria", el apocalipsis, mi pesadilla. Yo respiro pausadamente, despacio, como aprendí cuando cantaba en un coro. He decidido no tener miedo nunca más. Cumplí cincuenta y seis años el pasado veintiocho de mayo pasado. No volveré a tener miedo salvo que, en medio de la acera, me ladre un chihuahua inesperadamente y sin saber por qué.

domingo, 23 de junio de 2019

Veintitrés de junio

Se acerca la hora y todavía no he escrito nada. Lo haré ahora: este largo fin de semana (el viernes era fiesta local en Barbastro), ha sido tranquilo y pacífico. Yo ya no esperaba nada más. Bueno, sí, que la pequeña verbena frente a mi casa terminase a una hora decente, pero hace mucho que recogieron los bártulos.

Haré lo mismo que los vencejos y aviones comunes que durante la tarde surcan el cielo comiéndose los insectos que ya no entrarán en nuestro apartamento: dormiré. Ya presiento que soñaré cosas agradables, porque lo deseo. Mis deseos son órdenes para mí.

sábado, 22 de junio de 2019

Veintidós de junio

La belleza no pertenece a la naturaleza, ni siquiera forma parte de ella. Es el fruto de nuestro cerebro, que, a su vez, sí pertenece a la naturaleza. Cuando ya no existamos sobre la superficie de este planeta ¿qué belleza existirá?

viernes, 21 de junio de 2019

Veintiuno de junio

Hoy, por una pura convención de calendarios religiosos y antiguos, empieza el verano. El verano. La estación en la que nuestra animalidad se pone a prueba. El ventilador, mi pobre hidroavión amputado, gira a toda velocidad enviándome aire ligeramente más fresco del que el verano es capaz de proporcionar en esta habitación donde escribo.

Si el calentamiento global de nuestro planeta es una amenaza cierta para nuestra supervivencia, ¿por qué el verano es la llegada del buen tiempo? Es un anticipo de nuestro final. Eso es lo que es.

jueves, 20 de junio de 2019

Veinte de junio

Ha durado apenas diez o quince minutos, pero el cielo se ha oscurecido de repente y ha comenzado a caer granizo y lluvia, y un viento que agitaba los árboles, truenos viajeros que, como llegaron, se fueron.

Una tormenta de verano en junio. Las alarmas de algunos coches aparcados en la calle han comenzado a sonar. ¿Era para tanto? El pequeño río frente a nuestro apartamento de pronto ha crecido diez o quince centímetros.

El olor de la vegetación y la calle después, cuando volvíamos a tender la ropa que a toda velocidad habíamos retirado antes, en plena granizada, era maravilloso: una mezcla anisada de hierba, asfalto y hojas de árboles. Me gustan las tormentas.



miércoles, 19 de junio de 2019

Diecinueve de junio

La luz de esta hora refulge
en todas las cosas, en
las fachadas de los edificios, en
los árboles, en
los coches aparcados
en la acera como si
estuviese aconteciendo
el fin del continente
misterioso de la Atlántida.

Sin embargo nada sucede.

Sólo la luz, la luz nada más.

martes, 18 de junio de 2019

Dieciocho de junio

Las nueve de la tarde. Las nueve de la noche. En estos periodos entre estaciones las palabras dejan de tener un sentido exacto. Es de día y suena una motocicleta. Maite está ya en la recta final del curso. Hoy ha hecho calor, pero lo llevo mejor de lo que esperaba. Hará más calor: reservo mis quejas y protestas infantiles para cuando ya no pueda más. Unos perros ladran. El sol se retira, la luna apareció como una creación artificial en el cielo hace un rato. Todo es extraño. Todo está bien. Nací y moriré aquí. No tengo patria sino planeta.

lunes, 17 de junio de 2019

Diecisiete de junio

Me da igual haberlo escrito decenas, cientos de veces. Hoy jamás volverá a existir. Y de algún modo eso le da sentido al mundo. Me fascinan lo cohetes espaciales despegando de la fuerza gravitatoria de la tierra con miles de toneladas de combustible ardiendo en inmensas nubes de fuego y humo hasta alejarse y perderse en el espacio. Pues bien, el combustible de nuestro viaje es que cada día se consume y arde y nos empuja hacia adelante sin sentimiento alguno -el sentimiento es un invento nuestro que al tiempo no le importa nada.

Los vencejos vuelan acrobáticamente en el cielo, quebrando su vuelo en el último segundo y devorando moscas y mosquitos. Es algo que no puedo comprender. Son muchísimo más inteligentes y útiles que yo, este ser humano que escribe al otro lado de la ventana sin aportar al mundo poco más que su peso muerto en esta silla delante de su portátil y el ventilador.

domingo, 16 de junio de 2019

Dieciséis de junio

Recuerdo los cuartos delanteros de mi caballo galopando en un camino entre campos de cebada recién cosechados en las afueras de Tudela, Navarra, hace decenas de años. El compás de mi cuerpo sobre la silla, el viento en mi rostro. Se llamaba “Coyote” y era un mil sangres de cabeza grande y noble como él solo. Hace ya mucho tiempo que habrá muerto.

Anoche soñé que volvía a cabalgar. No sé si montaba a “Coyote” o a “Llivia”, la yegua que muchos años después alquilé en el club hípico de Banyoles durante nuestra estancia allí. Cada semana iba dos o tres veces y me perdía con ella entre los bosques. Era tan noble como aquel caballo de mi adolescencia pero rubia y un poco más tranquila.

Amo a los caballos, y sé que subirme encima de ellos tal vez no sea el modo más adecuado de demostrar mi amor, pero hace muchos años que no monto y sigo amándolos igual, así que igual sí es un amor verdadero.

Anoche soñé que galopaba sin apenas luz de luna. Incluso soñando tenía la lucidez suficiente para, sabiendo que estaba soñando, disfrutar de la experiencia como si fuese real, pues todas las sensaciones lo eran.  Galopaba despacio a través de los caminos entre viñas y campos de maíz y de cebada que rodean esta pequeña ciudad. De vez en cuando acariciaba el musculoso cuello del animal para que supiera que todo estaba bien. Era tan feliz.

sábado, 15 de junio de 2019

Quince de junio

Me ha costado cincuenta y seis años comprenderlo. Podría haber muerto hace tiempo sin saberlo y, también me doy cuenta, tampoco hubiera importado gran cosa.

Para quienes tenéis problemas, adicciones cotidianas, manías, depresión y ansiedad, como es mi caso: cuidaos sin llegar a traicionaros. Quereos, quereos como queréis a vuestros mejores amigos y amigas que tampoco son perfectas. Aceptad lo que sois. ¿Por qué somos más generosos con los demás que con nosotros mismos? No tiene ningún sentido.

Nadie sabe el tiempo que le ha sido concedido sobre la tierra. Nadie. Ni el rey ni el pastor.

Nada, y nuestra vida va en ello, importa gran cosa. Vive y perdónate los errores, acéptate como eres, y ama, quiere mucho, reparte a tu alrededor todos esos pequeños gestos que convierten la convivencia en algo agradable. Pero sobre todas las cosas quiérete a ti mismo sin juicios severos ni expectativas imaginarias. Si tú eres tú, lo eres porque en ti se suma todo lo que te convierte en lo que eres: lo bueno, lo regular y lo malo.

Me ha costado más de medio siglo comprenderlo. Moriré antes o después, pero mientras viva quiero vivir como soy, no como no soy.