Mientras yo me sumerjo en el sueño nocturno tú abres los ojos a un nuevo día en tu diminuto apartamento estudiantil de Itabashi. Allí llueve como ayer, como antes de ayer y como desde el día en que llegaste a la extraña e inmensa ciudad; aquí una terrible ola de calor africano copa todas las noticias en los medios de comunicación.
Siempre supe que los coches eran máquinas del tiempo, pero reconozco que los aviones lo son más: gracias a ellos ahora tú vives siete horas delante de nosotros, algo que, por otra parte, desde que eras pequeña se veía venir.
Cierro los ojos, pronuncio en silencio: «Buenos días, ratoncita», y a continuación me dejo llevar por el sueño como cualquier otra cosa flotante precipitándose.
sábado, 11 de julio de 2015
Cosas flotantes
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5 comentarios:
El otro vehículo para viajar en el tiempo son, precisamente, los hijos (creo que te lo he leído a ti mismo en alguna parte). Quién sabe adónde llegará una gota de ADN de cromañón, en miles de años. A las estrellas, quizá.
Un abrazo, Jesús
Sí, a las estrellas: son nuestro verdadero destino si queremos sobrevivir. Ellos lo lograrán mientras no dejan de explorar.
Un abrazo, Juan.
Caramba, qué bien hecho está. Es fascinante. ¡Es muy bueno! :)
¡Vaya, no solo les hemos puesto los mismos nombres sino que les llamamos igual!
¿Es suyo?
Un abrazo.
¡Qué coincidencia! Y sí, el blog es de Paula Miramón Puértolas, claro.
Un abrazo, Porto.
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