Hace mucho tiempo que murieron las moras en los zarzales, secas y arrugadas como núcleos radioactivos, cigotos de verano, cerebros diminutos. El invierno se acerca y mi cuerpo huele a refugio abandonado, a cenizas. No recuerdo nada excepto cuando duermo. La verdad, esa manada de lobos, me rodea aproximándose cautelosamente; la verdad nunca leyó un libro, no tuvo familia; la verdad nada sabe de mí, sólo tiene hambre.
jueves, 26 de noviembre de 2020
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2 comentarios:
Pues es bellísimo este texto y certerísimo y demoledor; y así siento yo también que son las cosas últimamente.
Un abrazo
Un abrazo, persona desconocida, y muchas gracias.
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