He apagado la música y de pronto ha aparecido el acúfeno que me acompaña desde hace muchos años, aunque eso sea el silencio para mí. Una vez leí que era el sonido de mi cerebro, un sonido que en las personas sanas el oído filtra convenientemente, pero no en mi caso. Pienso en el espacio exterior, hay multitud de páginas web que registran su sonido. Todo suena, incluso el vacío estelar. Zumbidos, crujidos, graves sostenidos a través de millones de años luz. Mi viejo acúfeno ya forma parte de mí. Pensé que nunca lo aceptaría, a pesar de lo que me decía mi doctora, pero ella sabía que lo haría: ahora forma parte de mí, soy yo. Dejaré de oírlo cuando muera. Despertaré entonces a un silencio absolutamente perfecto.
martes, 23 de febrero de 2021
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2 comentarios:
No sé lo que daría por media hora de silencio al día. Pero sí, yo también me he acostumbrado bastante. El mío es un pitido muy agudo.
Un beso, Jesús!
Igual que el mío, un pitido agudo. Un beso, Elvira!
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