Amanece poco a poco, la primera luz lechosa desvelando minuto a minuto las farolas de la calle y las fachadas de los edificios. En estos días de septiembre las noches se prolongan cada vez más y ya no podemos salir al campo a caminar antes del trabajo, como hemos hecho durante todos estos meses de verano, huyendo del calor. Tres meses sin escribir. Tres meses de genocidio en Gaza cuyas terribles imágenes soy incapaz de ver. Me despedí de este diario en junio y ahora, cuando el otoño asoma al final de la carretera, pocas cosas han cambiado en el mundo: en el gran mundo y en mi pequeño mundo. El alzheimer de mi madre, tan asombrosamente normalizado por todos nosotros, avanza lenta pero inexorablemente, así como mi perplejidad al contemplar las cosas, todas las cosas. Un día nuevo comienza. Me ducharé y acudiré a mi mesa de trabajo, ante la cual se sentarán a lo largo de la mañana personas distintas con problemas distintos y necesidades distintas. Ayer supe que Oskar, un joven ucraniano a quien conocía desde hace algunos años, sufrió la semana pasada un infarto tras salir de su coche y murió en el acto. Me recuerda que no debo dar nada por sentado. Ponte en marcha pero despacio. No tengas prisa. Ella, como el amanecer, siempre nos alcanza.
viernes, 19 de septiembre de 2025
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