Sin piedad, indiferente como la vida y la muerte, ajeno a medidas y sensaciones corporales, cruel, generoso, terrible, ha llegado el verano a España, a Barbastro, a Zaragoza. Los mapas de los meteorólogos se cubren de colores violáceos, casi oscuros como los de un hematoma. Cuarenta grados ahí fuera, al otro lado de la pared. Todos sabemos lo que nos espera y, sin embargo, seguimos adelante. Respiramos. Escribimos palabras. Porque los supervivientes disfrutarán de un breve otoño y lo mejor: del frío del invierno.
sábado, 21 de junio de 2025
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