sábado, 11 de abril de 2009

Milímetro

También en la oscuridad de la noche
crece bajo la lluvia,
milímetro a milímetro,
la cebada.

viernes, 10 de abril de 2009

Herencia

Con el estómago lleno caminé por el huerto de mis padres. Aparté a mi paso las ramas de los olivos. Admiré las flores del cerezo, los ajos tiernos, las habas. En la parcela de las acelgas garrafas de plástico vueltas del revés sobre palos verticales hacían el ruido suficiente para espantar a los pájaros, balanceadas por el viento. La tierra blanda se hundía bajo mis pies. Pensé en nuestro legado: no la modesta propiedad sino su decencia, aquella pulcritud casi oriental, la limpieza de sus trazos bajo el cielo.

martes, 31 de marzo de 2009

Último día

Último día de marzo. Cada uno desde el primero quise compartir algo: un plumón de ave, una piedra blanca, caracolas vacías en las que suena el mar. Cosas que encontraba, cosas que tenía. Cada día desde el primero sin saltarme ninguno, esa fue mi intención.

El invierno comienza a hacerse pequeño detrás de nosotros, un suspiro de niebla arrastrado por la corriente mientras Abril ahí viene: lozano, virgen, impertérrito. Qué misterio tan grande es el nuestro.

lunes, 30 de marzo de 2009

Trigésimo día

Hay un zueco azul en el arcén de una curva. Dos picarazas que comen los restos de un animal aplastado huyen dando saltos cuando me acerco a toda velocidad y paso sobre su desayuno. Han aparecido tantas flores amarillas en las laderas, de un día para otro como quien dice, que resultan casi absurdas, irreales como una plaga alienígena. Al final del paisaje brilla la nieve en la lejana cordillera. Ah, cómo me gustaría aparcar en un camino, subir a cualquier loma cercana, relajar los músculos y, como sucede en mis sueños, alzar levemente la mandíbula para elevarme en el aire y volar.

domingo, 29 de marzo de 2009

Vigesimonoveno día

A las seis y media de la mañana, las cinco y media de ayer antes del cambio horario de esta madrugada, he despertado a Carlos para ver juntos la primera carrera del mundial de fórmula uno de este año. Los dos nos hemos alegrado por la victoria de Jenson Button, un piloto a quien muchos daban por acabado, y en cuanto a Fernando Alonso, bueno, para lo mal que le ha ido todo el fin de semana puede darse por contento con su quinto puesto y los cuatro puntos. Tumbados cada uno en nuestro sofá, bien arropados con unas mantas, ni siquiera nos hemos dado cuenta del amanecer de este día (único, irrepetible).

viernes, 27 de marzo de 2009

Vigesimoséptimo dia

Escribir cada día así, de este modo, sin intención de crear una historia o un libro, escribir por escribir, escribir para compartir, para caminar, escribir, por ejemplo, tengo lumbago y titilan, cercanas, las luces de la manta eléctrica, escribir que nunca me encontraré pues avanzo siempre escapándome de mí, escribir que llueve y que no llueve, que me he despertado, que me voy a dormir, que me he despertado, escribir cada día así, de este modo, mantra, letanía, ceniza de volcán, estratos geológicos, anillos de un árbol.

jueves, 26 de marzo de 2009

Vigesimosexto día

Oh tú que el corazón me robas cuando me miras,
no me deja tu amor ni paciencia ni vida;
no me preguntes hoy si sufren mis entrañas,
¡ojalá la pasión y la ausencia no hubiesen sido creadas!
No he probado el amor por gusto mío esta segunda vez
sino que se cumplió el destino y sucedió por azar.
En mis tribulaciones soy causa de mi ruina,
como la mariposa que ama el fuego y se quema.
Ten compasión de mí, que el alma tengo rota,
y mírame, pues ya he entregado el espíritu.

Ibn Sahl de Sevilla
(Muerto en 649 de la hégira = 1251 d.J.C.).
Versión de Teresa Garulo.
Locus amoenus, Galaxia Gutenberg, 2009.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Vigesimoquinto día

Un amigo me envía una fotografía de la antigua sala de cine "Innisfree" de San Rafael, en Segovia, cerrada desde hace algunos años. Me ha emocionado que un hombre a quien no conozco personalmente se acordase de mí en un lugar en el que no he estado nunca. Sucesos mágicos de internet y de Innisfree.

martes, 24 de marzo de 2009

Vigesimocuarto día

Las gacelas dejaron de pastar e irguieron sus cuellos, las nerviosas orejas orientadas hacia nosotros mientras cruzábamos el río. Decidieron que estábamos demasiado lejos para suponer una amenaza y volvieron a comer balanceando sus rabos de un lado a otro. Mi padre me empujó suavemente, me dijo: "Vamos, no te quedes parado, el agua es peligrosa, vamos, vamos".

Mi gente temía a los ríos, los temía aunque su cauce apenas alcanzase mis pequeñas rodillas, los temía porque en ellos habitaban oscuros monstruos de inmensos dientes blancos, sinuosas serpientes de ojos fríos, los temía porque en sus riberas solían ocultarse tigres, leopardos, hienas ladronas de niños.

Cuando alcanzábamos la playa de la orilla opuesta comenzó a llover débilmente. Mi tía mayor alzó el brazo para que nos detuviésemos a descansar un momento. Columbró el horizonte que se extendía más allá de las colinas, observó el tamaño y dirección del humo de los lejanos volcanes, cantó una oración y decidió el rumbo que debíamos seguir. Al alejarnos de allí volví la cabeza un momento y reí al ver las huellas que habíamos dejado en el barro. Yo era un niño entonces, hace un millón y medio de años.