Con el estómago lleno caminé por el huerto de mis padres. Aparté a mi paso las ramas de los olivos. Admiré las flores del cerezo, los ajos tiernos, las habas. En la parcela de las acelgas garrafas de plástico vueltas del revés sobre palos verticales hacían el ruido suficiente para espantar a los pájaros, balanceadas por el viento. La tierra blanda se hundía bajo mis pies. Pensé en nuestro legado: no la modesta propiedad sino su decencia, aquella pulcritud casi oriental, la limpieza de sus trazos bajo el cielo.
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3 comentarios:
Ese legado está presente en tus escritos: "aquella pulcritud casi oriental, la limpieza de sus trazos bajo el cielo".
Estoy paseando por tus viejas entradas, un placer.
Saludos
Gracias, Elvira, ningún adjetivo me sabe mejor que tu referencia a la presencia del legado de mis padres en mí.
Honra merece...
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