A veces las cosas que me envuelven dejan de tener sentido. Sucede de pronto, sin previo aviso, como si se derrumbase el telón y una intempestiva ráfaga de viento barriera el escenario. Lo que hago en esos momentos es tratar de emular la indiferencia del viento, distanciarme de mi conciencia humana, dejar que el vértigo pase sin ofrecer resistencia, sin hacerme preguntas.
martes, 28 de abril de 2009
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6 comentarios:
la vida no puede no seguir, dice el Ceporro en un libro de Pombo.
¿Ceporro? Vaya nombre. Yo a veces también soy un poco ceporro y, como escribí ayer, cuando soy incapaz de comprender me dejo llevar por la corriente como si fuese un trozo de madera. El río no puede no fluir. ¿O sí? ;-)
A esos momentos yo les llamo "mis minutos off". Lo malo es que crean adicción.
Saludos.
El río se puede quedar sin agua. Lo que no suele hacer el agua del río es cambiar el sentido de la corriente, siempre hacia el mar. Cuando llega allí se tranquiliza y ya no sirve para beber, ni para mover turbinas ni para nada. Con la vida pasa igual. Todo el esfuerzo que hacemos para mantener una apariencia de organización es inútil. Acabaremos confundidos con la tierra y sin siquiera la esperanza de que la evaporación nos vuelva a llevar a la montaña.
Hola, Añil, es verdad que crean adicción. No nos engañemos: la mayor parte de las adicciones son maravillosas.
No confundidos, Carlos: fundidos directamente con la tierra, y el agua de cada una de nuestras células sí se evaporará y lloverá sobre la Antártida durante miles de millones de años, mezclada con la saliva de Cleopatra y el sudor del hombre de Neandertal.
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