viernes, 8 de octubre de 2010

Octavo día

Detrás de mi casa hay un pequeño parque con columpios. Son las seis y media de la tarde y los niños gritan como si los guerreros de Herodes hubiesen entrado en la plaza blandiendo sus espadas. Los chillidos se reflejan en las fachadas de los edificios y se convierten en un eco que pervive durante unas milésimas de segundo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sexto día

Carlos y yo vamos a comprar ropa al Centro Comercial. Necesita camisetas, pantalones, una prenda de abrigo y una mochila para el instituto. Normalmente suele comprarse la ropa él solo pero como esta vez vamos a pagar con tarjeta tengo que acompañarlo. Después de la emasculación lo que menos me gusta del mundo es ir a comprar ropa, lo odio tanto que mi familia opina que es una fobia: igual que hay personas que tienen fobia a las palomas, a volar en avión o a los sitios cerrados, yo tengo fobia a comprar ropa. Seguramente tienen razón. En la tienda una dependienta reconoce a Carlos, de trece años, y me comenta que siempre le ha llamado la atención que se comprara la ropa él solo o acompañado de algún amigo de su edad (de hecho viene haciéndolo desde los once o doce años). No sé muy bien qué contestarle, también yo suelo comprarme la ropa solo ¡y en diez minutos! En la zona de caballeros veo un matrimonio comprando pantalones, la mujer los elige y su marido, como un niño grande, va a probárselos mansamente y sin rechistar.

martes, 5 de octubre de 2010

Quinto día

Las excavadoras y camiones de las obras de la autovía descansan inmóviles bajo las estrellas. Los padres, agotados al cabo del día, acuestan a sus hijos pequeños cumpliendo escrupulosamente los rituales precisos. Las camareras del Chanti limpian el local, pasan una bayeta por la barra y la cafetera, apagan las luces y salen a la calle. El camión de la basura avanza, se detiene, avanza y vuelve a detenerse para que los dos trabajadores que viajan detrás se descuelguen con agilidad y vuelquen en su interior el contenido de los depósitos verdes. Cerca de Monzón el agua del río Cinca fluye bajo el puente que cruzaré mañana rumbo al trabajo. Hay una comadreja atropellada en la carretera de las viñas de Barbastro, su piel suave como plumón se mueve agitada por el viento nocturno.

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuarto día

Tengo cuarenta y siete años y siempre he tenido ideas políticas. Me he batido el cobre muchas veces hasta acabar agotado y cubierto de polvo. Creo que jamás convencí a nadie de nada, y no me sorprende, lo acepto como algo normal porque tampoco a mí me convenció nunca nadie. Ahora sé que no merece la pena gastar toda esa energía, toda esa concentración mental, es una pérdida de tiempo hablar con quien, a menudo, en su fuero interno te desprecia, debatir con quien al mirarte ve la caricatura previa que dibujó en su mente. Me costó años aprender esto y descubrirlo supuso un alivio instantáneo. Continúo teniendo ideas políticas, por supuesto, y las defiendo a mi modo, tranquilamente, cada día de hecho, pero ya no me enzarzo en obscenas peleas cuerpo a cuerpo, ya no trato de convencer a nadie de nada porque sé que es imposible. La vida es breve como el día. Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.

domingo, 3 de octubre de 2010

Tercer día

La lluvia despertó al viejo rapsoda, que se levantó y se acercó a la galería colgante sobre el mar. Las voces de los muertos continuaban susurrando en sus oídos. Tomó asiento frente al escritorio, prendió la lámpara de aceite y la sangre volvió a correr sobre la tierra mientras los gritos de las viudas se elevaban al otro lado de las murallas.

sábado, 2 de octubre de 2010

Segundo día

Cerca de las dos de la madrugada, mientras tomaba una copa en el Chanti con mis compañeros del coro, sonó mi teléfono móvil. Desconocía el número que aparecía en la pantalla pero era mi hija, que me llamaba desde Barcelona. Apenas podía oír su voz en medio del inconfundible ruido de una fiesta. Me decía, desde el móvil de una amiga, que había perdido su teléfono y me ocupase rápidamente de bloquearlo, que es lo que hice sin necesidad de hablar con nadie, limitándome a marcar los números que una voz robótica me ordenaba desde el otro lado. Poco después, para alivio de los trabajadores del Chantilly, salíamos a la frescura de la noche. Octubre. Jamás había pensado en esa palabra. Octubre. Paula.

viernes, 1 de octubre de 2010

Primer día

Al amanecer calló el grillo que desde hace semanas canta en algún lugar de la terraza. Anoche salí a grabar en el teléfono su voluntad incansable, tan ajena a la mía. Pronto llegarán los días fríos. La mañana es gris. Octubre comienza a suceder.


Canto de un grillo en mi terraza, 30 de septiembre de 2010, 8:59 de la noche.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Después del ensayo

Después de casi dos meses de vacaciones musicales me ha costado un poco vestirme y salir a la calle un viernes por la noche para ir a ensayar. Quédate en casa, idiota, deja la coral y ahórrate estos compromisos, ¿qué necesidad tienes de complicarte la existencia? ¿no ves que vivirías más tranquilo y sin obligaciones? El viento de la calle ahoga la voz de mi conciencia y camino los pocos metros que me separan del local de ensayo. Las compañeras que ya han llegado me saludan. ¡Anda, te has dejado barba! Sí, bueno, dejé de afeitarme en vacaciones y así está la cosa, ¿cómo ha ido el verano? Muy bien, ¿y tú? También, también, sí, de maravilla. La directora se sitúa de pie junto al piano y nosotros nos repartimos de izquierda a derecha en semicírculo y por cuerdas: sopranos, tenores, contraltos y bajos. Instalo un atril frente a mí y coloco en él mi carpeta negra, que no he tocado desde el uno de agosto. La abro mecánicamente, mis ojos se posan sobre los pentagramas y recuerdo por qué estoy aquí. Las partituras, todas las partituras, siempre son bellas.