jueves, 29 de junio de 2023

Diarios

Llevo escribiendo diarios toda la vida. Aquí en la red desde mayo de 2004, hace casi veinte años, pero los escribía antes en cuadernos, blocs de papel, folios, carpetas que guardo en cajas que mis hijos tal vez abran alguna vez, cuando yo haya desaparecido. Escribo diarios prácticamente desde mi primera adolescencia. No es ni bueno ni malo: por alguna razón desde muy pronto sentí el capricho de hacerlo. Recuerdo que durante el servicio militar me encerraba en el almacén de pintura y albañilería y escribía allí con el fervor de los dieciocho años.

Sabemos, lo sabemos de verdad, íntimamente, que todo se perderá como lágrimas en la lluvia. Y no pasa nada. Carezco de cualquier ambición de perdurar en el tiempo, porque el tiempo es lo que significa, nada más. Creo en la ciencia y creo que nuestro planeta será engullido por el sol que ahora nos permite florecer. Todos estamos condenados, y por eso debemos amar con todo nuestro corazón, por eso debemos explorar con toda nuestra curiosidad, por eso deberíamos disfrutar con el máximo placer del sonido de la lluvia o el de las olas o el de las hojas de los árboles mecidas por el viento. No por el futuro, sino por nuestro presente. No por el destino sino por el inocente mapa que hace un niño en la arena o traza en un pañuelo de papel. La esperanza nos caracteriza a pesar de todo, y así debe ser.

Los diarios son ingenuos, un ejercicio aparente y a todas luces obviamente baldío, pero a quienes los escribimos nos sirven en nuestro breve paso por el mundo siquiera para ordenar nuestra exploración y nuestras dudas. Nada tiene importancia y por lo mismo todo es, mientras dura, infinito.

martes, 27 de junio de 2023

Y luego

Estos días me despierto un poco antes del amanecer, con el ventilador aún en marcha en el dormitorio. Me visto de cualquier manera y me voy a pasear por el campo, sin siquiera limpiarme los dientes. El día, la vida, se siente como a punto de comenzar. Ningún semáforo de Barbastro funciona todavía. La luz es la que precede a la luz. Hoy vi una cigüeña muerta al borde del camino. El sol saliente era de color rojo, mineral fundido. Algunos de los pájaros que huyen ante mis pasos tienen la cola roja, ignoro su nombre. Las flores de los zarzales suman cada mañana. Hace muchas semanas que murieron las amapolas. Hace mucho tiempo que comencé a aceptarme como soy, lo que he logrado, lo que no he logrado. Me siento más satifecho de lo que en mi adolescencia pude imaginar. Pero no puedo seguir escribiendo si mañana quiero volver a pasear por el campo al amanecer. Debo acostarme. Leeré un rato y luego.

lunes, 26 de junio de 2023

Nuestros veranos son la muerte

Nuestros veranos en este lugar del planeta en este preciso momento geológico son una mierda que van camino de otra mierda que ni siquiera es el morir en la muerte -qué felicidad sería-, sino morir en la vida, en el sufrimiento, en el sudor, el animalismo, lo más lejano al pensamiento consciente, el mal humor inherente a la incapacidad de sentirse un ser humano sino más bien un pollo asándose lentamente en una barbacoa inmune a la inteligencia.

¡Y existen alienígenas entre nosotros que le llaman a semejante apocalipsis "tener buen tiempo"!

Pero, a partir de ahora, se acerca el invierno: la última esperanza de las neuronas todavía no hervidas en su líquido meningítico, un futuro sin noches de sudor y duchas de agua fría, un horizonte, aunque temporal, verdaderamente humano, soportable, amigo del hielo y el hálito de la vida convirtiéndose en humo en nuestra boca.

Nuestros veranos son la muerte que van a dar en el frío, que es el vivir. Allí van.

lunes, 12 de junio de 2023

Nuestras vidas son los ríos

He vuelto al trabajo. Me encuentro bien. He superado otro cabo de Hornos. Me encuentro tan bien que casi estoy exultante (no conozco el término medio de nada, ese es mi problema). La mañana ha transcurrido sin ansiedad ni situaciones complicadas, atendiendo a las personas que se sentaban al otro lado de mi mesa con la misma empatía y buena voluntad con las que lo he hecho siempre, pero sin sufrimiento: la química, la ciencia, cumplen con su función.

Junio avanza hacia julio. El viernes pasado nuestra hija leyó su tesis en Bergen, a donde íbamos a ir en avión pero mi patología me aconsejó no hacerlo. Ya es doctora en biología molecular y genética, o algo así. Me sentí tan orgulloso de Paula Miramón Puértolas: la niña que exploraba el campo a mi lado y tomaba en sus manos insectos sin ningún miedo. Toda la familia, tías, tíos y primos y primas incluidos, asistimos a su defensa a través de internet. Dentro de pocas semanas vendrá a España y podré abrazar con mi cuerpo de oso su cuerpo de mariposa.

Nuestro hijo, Carlos Miramón Puértolas, cada día más adulto y, maravillosamente, más cariñoso, trabaja como bombero forestal mientras prepara como puede unas oposiciones a agente de protección medioambiental. Su mundo y el de su novia, enfermera, es el monte, la naturaleza. Me siento orgulloso de sus principios éticos, su bondad natural, su curiosidad; también sufro como padre cuando tiene que acudir junto a sus compañeros a apagar un incendio en el campo, siempre existe el peligro de un cambio de dirección del viento o una mala decisión de sus superiores.

Maite, mi compañera desde los dieciocho o diecinueve años, y ya hemos cumplido sesenta, se jubila este año. Ella, como la veterana profesora de Lengua y Literatura que es, cotiza en una mutualidad que le permite retirarse ahora. No puedo imaginármela sin sus pilas de exámenes y trabajos para corregir en la mesa del salón, pero sí yendo a nadar cada mañana a la piscina cubierta.

Mis padres se aproximan al mar, como dijo el mejor poeta que jamás ha existido en lengua castellana. Mi madre, sobre todo, cada vez está peor. Me consuela saber que tuvieron, que tienen, que tendrán hasta el final, una existencia rodeada del amor de su familia.

La vida fluye y yo, tú, todos nosotros, fluimos con ella. Las olas rompen en la orilla y se retiran para dejar paso a las siguientes. En el cielo azul de nuestro planeta las nubes son blancas.

jueves, 8 de junio de 2023

Cariño

Ha llovido en los últimos días. No de modo constante, no todo el tiempo, pero llovió a ratos y la tierra despertó silenciosamente. Las ranas croan en los charcos de los caminos y las carreteras poco transitadas. Ayer vi una abubilla cruzar el cielo delante de mí. Como sucede con tantas cosas, no sabía cuánto echaba de menos el petricor hasta que inundó mi cerebro paso a paso junto a los enebros y las encinas carrascas.

Mi madre ha dejado de comer en los últimos días. La alimentamos con una jeringuilla. Lo que todos sabemos pero ninguno nos atrevemos a pronunciar en voz alta se aproxima silenciosamente, sin crueldad y sin compasión. Me enfrento a ello como millones de hijos lo hicieron antes que yo durante miles y miles de años. Sólo deseo que no sufra. El pasado fin de semana me miró durante unos segundos como si me reconociese y me dijo: "cariño", para desaparecer después.

El impacto de las bombas en guerras lejanas estremecen mi corazón. El deshielo acelerado de los polos de nuestro planeta, el único lugar del universo en el que nuestros pulmones son capaces de respirar veneno. Los vehículos surcando la cercana autovía a toda velocidad como yo lo hice tantas veces.

Siento que todo me concierne y siento, a mi pesar, que no puedo evitarlo. La curiosidad, la búsqueda de cierta aproximación a la verdad y, sobre todo, el amor. Lo feo, lo bonito, el sueño.

sábado, 20 de mayo de 2023

Acuarela

Las pinceladas de acuarela, las vibrantes, las maravillosas amapolas, comienzan a agostarse. Los pájaros cantan invisibles en los árboles bajo cuya sombra caminamos algunos tramos del paseo. El cielo azul, alto, inacabable, sin una nube, azul, tan azul, me hace recordar la belleza del lugar donde habito. Los campos hace pocos días de un intenso color verde esmeralda ahora comienzan a amarillear, a volverse poco a poco dorados, de cobre, de oro. El agua corre transparente y limpia por el canal de Selgua. Suena el zumbido de los insectos.

La corriente

Mejoro más lentamente de lo que desearía. Algunos días avanzo y otros retrocedo. Todo es raro. La nueva medicación tardará semanas en hacer efecto, y en ello confío, pero mientras tanto me desespero un poco. Continúo con problemas de visión, esporádicos pero presentes, lo cual no impide que me obligue a mí mismo a ir al campo a pasear (si por mí fuera estaría todo el día en la cama hecho un ovillo, durmiendo, despertando y volviendo a dormir). Creo que nunca he estado tan mal. Es como si me hubiera hundido en un pozo muy profundo y oscuro. Me cuesta dormir, pero no quiero tomar más pastillas de las que ya consumo. Tengo que armarme de paciencia y ser egoista y pensar en mí, me lo dijo me hermana pequeña, a la que adoro. Todo esto pasará, y volveré a estar bien, y veré bien, y podré trabajar y ayudar a la gente, y podré ir a Zaragoza y estar con mis padres. No veo la hora. Voy a hacer una confesión: la depresión y la ansiedad destruyen tu vida, la deforman. Te impiden ser feliz incluso ocasionalmente. Acumular días de tristeza es agotador y destructivo. Echo de menos mi vida anterior, la normal, la corriente, cuando existía también la alegría.

martes, 9 de mayo de 2023

Me la dejé en Irlanda

No puedo dormir, otra vez. Y como no puedo dormir me he afeitado la barba. Me la dejé en Irlanda, en julio o agosto de 2010, simplemente porque me olvidé los utentisilios de la ceremonia cotidiana. Así pues, he llevado barba durante casi trece años. A Maite le gusto más con barba, lo sé, así que mañana se llevará un pequeño disgusto. Pero me apetecía hacerlo. También me apetece ponerme pendientes, unos sencillos aros, no sé si en una oreja o en las dos, y lo haré. Hoy mi querida doctora me ha llamado a modo particular al teléfono y me ha cambiado la medicación: hay drogas más modernas y con menos efectos secundarios que las que he tomado durante tantos años. Me encuentro un poco mejor. No soporto la idea de ir a Zaragoza o volver a atender al público al otro lado de mi mesa de trabajo, pero espero que eso cambiará poco a poco. Me gustaban mucho ambas cosas. La depresión y la ansiedad son una puñetera y soberana mierda pinchada en un palo. Pero aquí sigo, y me he afeitado la barba, y pienso que tal vez algunas cosas mejoren -sé que otras no lo harán. Y sobrevivo cada día aunque no pueda dormir. Y amo y soy amado. Con esto basta. Con esto podría morirme feliz ahora mismo.

domingo, 7 de mayo de 2023

Leones y rinocerontes

No puedo dormir. Soy uno más de los millones de personas que ahora mismo, en el mundo entero, no pueden dormir. Ayer supe que nuestro planeta será engullido por un sol moribundo dentro de cinco mil millones de años. Hay cuevas todavía sin descubrir que esconden maravillosas pinturas de caballos, leones y rinocerontes. Hay colonias espaciales en la luna y en marte que tampoco hemos creado aún. Todo es un parpadeo, también dormir y darme ese descanso mental que tanto necesito en estos días. No debería pensar, no debería imaginar, pero mis deseos y mi cuerpo, como mi mente y este mismo cuerpo, no están armonizados, soy un instrumento desafinado que no puede dormir. Me tumbaré en la cama, apagaré todas las luces y cerraré los ojos. Respiraré. Pensaré en Irlanda. En caballos. En el mar. Pensaré en el paseo que mañana daremos Maite y yo junto al canal de Selgua, escuchando los pájaros en los árboles.

jueves, 4 de mayo de 2023

Los primeros vencejos

Han regresado los primeros vencejos de alas en forma de guadaña. Hace pocos días volaban sobre rebaños de gacelas y manadas de leones y ahora están aquí, entre los tejados de las casas. El mundo es un lugar extraño y fascinante para mí. Los campos verdes esmeraldas, brillantes como todo lo nuevo hace unos días, ya comienzan a amarillear y dirigirse hacia los dorados campos del verano, cada vez más temprano. Yo sólo soy un humano en este planeta, uno más entre miles de millones. Intento comprender alguna cosa en el breve parpadeo que durará mi existencia. Creo en el amor, creo en la exploración, creo en la ignorancia. También en la belleza.