lunes, 12 de junio de 2023

Nuestras vidas son los ríos

He vuelto al trabajo. Me encuentro bien. He superado otro cabo de Hornos. Me encuentro tan bien que casi estoy exultante (no conozco el término medio de nada, ese es mi problema). La mañana ha transcurrido sin ansiedad ni situaciones complicadas, atendiendo a las personas que se sentaban al otro lado de mi mesa con la misma empatía y buena voluntad con las que lo he hecho siempre, pero sin sufrimiento: la química, la ciencia, cumplen con su función.

Junio avanza hacia julio. El viernes pasado nuestra hija leyó su tesis en Bergen, a donde íbamos a ir en avión pero mi patología me aconsejó no hacerlo. Ya es doctora en biología molecular y genética, o algo así. Me sentí tan orgulloso de Paula Miramón Puértolas: la niña que exploraba el campo a mi lado y tomaba en sus manos insectos sin ningún miedo. Toda la familia, tías, tíos y primos y primas incluidos, asistimos a su defensa a través de internet. Dentro de pocas semanas vendrá a España y podré abrazar con mi cuerpo de oso su cuerpo de mariposa.

Nuestro hijo, Carlos Miramón Puértolas, cada día más adulto y, maravillosamente, más cariñoso, trabaja como bombero forestal mientras prepara como puede unas oposiciones a agente de protección medioambiental. Su mundo y el de su novia, enfermera, es el monte, la naturaleza. Me siento orgulloso de sus principios éticos, su bondad natural, su curiosidad; también sufro como padre cuando tiene que acudir junto a sus compañeros a apagar un incendio en el campo, siempre existe el peligro de un cambio de dirección del viento o una mala decisión de sus superiores.

Maite, mi compañera desde los dieciocho o diecinueve años, y ya hemos cumplido sesenta, se jubila este año. Ella, como la veterana profesora de Lengua y Literatura que es, cotiza en una mutualidad que le permite retirarse ahora. No puedo imaginármela sin sus pilas de exámenes y trabajos para corregir en la mesa del salón, pero sí yendo a nadar cada mañana a la piscina cubierta.

Mis padres se aproximan al mar, como dijo el mejor poeta que jamás ha existido en lengua castellana. Mi madre, sobre todo, cada vez está peor. Me consuela saber que tuvieron, que tienen, que tendrán hasta el final, una existencia rodeada del amor de su familia.

La vida fluye y yo, tú, todos nosotros, fluimos con ella. Las olas rompen en la orilla y se retiran para dejar paso a las siguientes. En el cielo azul de nuestro planeta las nubes son blancas.

6 comentarios:

fernando dijo...

Mme alegra mucho leer que te encuentras mejor.
Te leo y viajo contigo.
Un abrazo, Jesus.

Jesús Miramón dijo...

Muchas gracias, Fernando, un abrazo.

el chico de la consuelo dijo...

Los que siempre te leemos te seguimos leyendo. Me alegro de tu mejora y la de los mocetes. Lo de la colateral me llena de envidia.
Abrazos

Jesús Miramón dijo...

Cuánto tiempo. Gracias, chico de la consuelo. Los años pasan. A veces me parece irreal que alguien me siga leyendo después de tantos y tantos años. Este diario desaparecerá en la primera tormenta solar que derribe satélites orbitales por doquier, pero nada nuestro es verdaderamente importante o imprescindible. Bueno, excepto la envidia que siento hacia mi colateral, como dices: es una envidia cósmica, infinita. Un abrazo.

Juan Avellana dijo...

Yo también sentí hace no mucho que ya había pasado tiempo sin saber de ti. Y así me vine por aquí aquí y me estuve poniendo al día; pero no te dije nada. Por lo de siempre, porque no sé qué decir que sea oportuno, cómo romper el silencio. Ahora vuelvo y me encuentro este post maravilloso. Moviendo la cabeza y diciéndome "¡cómo es la vida!"

Jesús Miramón dijo...

¡Cómo es la vida! Un abrazo, Juan. Cada vez quedamos menos, la moda de los "blogs" pasó hace años, pero los diarios existieron siempre, desde hace miles de años. Y no buscamos éxito ni bienes ni dinero ni reconocimiento, así que todo está bien. Trazamos mapas en servilletas de bar. Seguimos.