lunes, 17 de mayo de 2010

Primavera

Lunes radiante, luminoso. Mientras conduzco de vuelta a casa contemplo el campo verde, las flores, los caminos, las nubes blancas. ¿Cómo es posible que cada año me entusiasme como si fuese la primera vez? No lo entiendo. Y al momento de escribir «no lo entiendo» pienso: ¿eres idiota? No hay nada que entender.

19 comentarios:

Isabel Mª dijo...

Me ha encantado la frase final, hay tantas cosas que no hace falta entender´sino simplemente vivirlas.

Buen ejemplo el de la primavera renaciente.

He conocido tu bitácora a taves de la de Gemma Pellicer.

Un saludo

La de la ventana dijo...

Las mejores (y las peores) cosas de la vida no tienen explicación.

Quizás por eso, para nuestra salud mental, nos movemos en una medianía cómoda...

Elvira dijo...

Es sanísimo conservar esa capacidad de maravillarse. ¡Que nos dure siempre, Jesús!

Un beso

Anónimo dijo...

suscribo lo dicho: no hay nada que entender

enric faura dijo...

entender
La vida no se entiende, se goza o se sufre.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Isabel, bienvenida. Dices que vienes del blog de Gemma, algo que me gusta especialmente. Sin darnos cuenta creamos nuevas sinapsis. Un saludo.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Teresa, supongo que una de las cosas que nos diferencian de los animales es nuestra incapacidad para vivir simplemente el momento, incluso pienso que lo que buscamos en su compañía es la posibilidad de contagiarnos de su serenidad.

(Por otra parte hay miles de gurús, academias y disciplinas de nombres orientales que ganan mucho dinero vendiendo métodos para conseguir eliminar de nuestro pensamiento las explicaciones9

Jesús Miramón dijo...

Elvira, nos durará siempre, ahora lo sé. Un beso.

Jesús Miramón dijo...

No hay nada que entender, Koldo, pero nosotros, como el escorpión de la fábula del escorpión y la rana, nos debemos a nuestra naturaleza, y en medio de la corriente ahogaríamos a la rana con preguntas: ¿qué significa esto? ¿por qué el agua está tan fría? ¿qué se siente al vivir y morir siendo rana? No podemos evitarlo.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Enric, entre el gozo y el sufrimiento hay un gran territorio que explorar (sin entender nada). Eso sí que es un reto.

QuiaSint dijo...

Porque es la primera vez. Dejará de serlo cuando dejes de entusiasmarte.

B.

NáN dijo...

Al menos hay que reconocer que fuiste rápido al pensar.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

En absoluto pienso que seas idiota por maravillarte, que es una experiencia maravillosa, no sólo de la naturaleza humana, también de la divina, y por supuesto de la animal, si es que existe como autónoma.

Mi Moly se maravilla cada vez que le ofrezco un hueso de cocido, lleno de ternilla y grasa, que ella se entretiene largo rato en contemplar antes de roerlo y rumiarlo. No lo dice, pero sí lo expresa: “¿Todo esto es para mí? ¡Qué maravilla!” Y me da las gracias a su modo, relamiéndose por anticipado y mirándome como sólo ella sabe mirarme.

No habrá nada que entender, pero a uno (a una) le sigue rondando por el magín por qué, o por qué no, tiene la suerte de disfrutar con esos regalos, absolutamente inmerecidos, que aparecen en la vida: una amanecer, una primavera reventona, una caricia a tiempo, un gesto de complicidad, los niños y niñas dando la vara pero alegrando el cotarro, una noche oscura y tranquila, una comida (lo que sea) compartida…

En fin, que yo también me digo muchas veces ¡no lo entiendo! Y me respondo lo que me dijo el obispo que me ordenó de cura: “No tienes ningún derecho, todo es puro regalo”.

Pues eso, un saludo cordial.

Jesús Miramón dijo...

Eso es, Bolo. Sólo hay que darle la vuelta. (Vaya carrerón el del domingo, ¿eh?) Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Nán, la velocidad del pensamiento, ése sí que es un tema interesante. Llevo leyendo el Ulises toda la vida.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Miguel Angel, yo también siento a menudo esa sensación de regalo, la dicha de estar aquí, despierto y dispuesto, el misterio de formar parte de la naturaleza.

Es comprensible que ante situaciones semejantes, y también en otras muy distintas, de terror y angustia, el ser humano, ese primate dotado de imaginación, una herramienta evolutiva valiosísima para sobrevivir, acabase inventando a dios.

Un saludo cordial.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

¿No sería Dios quien nos inventase a nosotros? No le hacíamos ninguna falta, ahí está la gracia y la maravilla. Y sin embargo, nosotros a él sí, de ahí el interés interesado. La ausencia de maravilla.

Buenas noches

Ofelia Gasque Andrés dijo...

***Besos tontos, frescos, maravillados***

Jesús Miramón dijo...

¡Bon dia, Ofelia!

:-)