El ataque me sobrevino en el pasillo de los lácteos del supermercado. Estaba a punto de colocar una botella de leche en el carro cuando de pronto mi cuerpo entero entró en caída libre: sudor frío, náuseas, un peso en el pecho, ahogo, un pitido agudo en los oídos que, sin embargo, no me impedía escuchar los latidos de mi corazón desbocado; vértigo, irrealidad, la inminencia de la muerte. Recuerdo que miré a mi alrededor y vi a una señora que observaba los yogures. Pensé: «Ella será la primera en asistirme cuando caiga al suelo». Pensé: «Llevo la cartera en el bolsillo trasero del pantalón y sabrán quién soy». Pensé: «Pobre M., se quedará sola». Luego, no sé por qué, recordé lo que personas queridas me habían contado sobre sus crisis de pánico y tuve la certeza de que eso era lo que me estaba pasando a mí, así que me apoyé en una columna e intenté respirar como hacemos antes de los ensayos del coro, lenta y profundamente. Funcionó. Poco a poco sentí cómo mi mente se alejaba a regañadientes del abismo, enfadada al no haberse salido con la suya. No me resultó fácil acabar la compra y conducir hasta Binéfar pero, por extraño que parezca, estaba empeñado en hacerlo y lo hice.
Al día siguiente Ana, mi doctora, me confirmó lo que yo había sospechado. Me dijo que mi ataque de ansiedad había sido de manual. Yo, todavía desconcertado y blando, lloré un poco. No mucho, sólo un poco, lo que no pude impedir a pesar de todos mis esfuerzos. Llorar de verdad, llorar con lágrimas, mocos y todo eso, siempre se me ha dado fatal.
viernes, 14 de septiembre de 2012
Mocos y todo eso
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9 comentarios:
Es una sensación espantosa.
Yo llegué a desmayarme, aunque conseguí salir del avión q tenía q tomar.
Espero q estés bien ahora.
No es fácil. Ni rápido.
Un beso!!!
Ánimo, Jesús.
Un abrazo fuerte.
Y qué gran texto, qué emocionante, aunque lo importante es haber salido con bien de aquello.
Ya estoy mejor, mucho mejor en realidad, aprendiendo a gestionar mi cabeza.
Un abrazo y muchas gracias.
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Creo que me he animado a publicar esto pensando en quien haya podido pasar por lo mismo. En mi caso identifico las causas en un hijo adolescente "muy adolescente" y en mi trabajo. Me gusta mucho lo que hago pero estoy asistiendo en primera linea al miedo y la angustia de las víctimas de la crisis económica. En fin, tengo que gestionar todo eso y en ello estamos.
¡Vaya, Jesús! ¡Qué mal rato tan espantoso!
Sí, en tu trabajo tienes que ver mucho sufrimiento, y tú, por suerte para ellos, eres empático y te entregas. Lo que tiene su precio. Y el hijo adolescente... eso se pasará antes, creo yo.
Con ese título desdramatizas el asunto de la entrada. :-) Yo sí que lloro con mocos y todo eso.
Un abrazo fuerte!
Simplemente pasear por las calles, con los ojos abiertos, da la medida de lo que está sucediendo: la miseria y la escasez, adecentada todavía por los que conservan la casa y el armario, han cambiado el paisaje que todavía se podía ver hace dos años.
A cualquiera se le encoge el corazón.
Estar en primera línea, oyendo las palabras no de alguien con quien por azar te paras a hablar en la calle, sino de una cola de personas vencidas, debe ser un espanto, Jesús.
Entiendo la capa de dureza que envuelve a muchos funcionarios, pero cualquiera de los vencidos se sentirá reconfortado con tu empatía.
Cuídate y no cambies.
Elvira, Nán, gracias.
llego tarde a esta entrada...solo vengo a solarizarme con los que lloramos fatal..es más ahogo y sollozo que llanto relajante.
un beso fuerte.
Gracias por la solidaridad (y por el beso)
:)
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