Los dos pequeños murciélagos vuelan juntos de un extremo a otro de la calle iluminada por las farolas. Más arriba no se ve una sola estrella en el cielo cubierto de nubes oscuras. Respiro. No siento pena ni alegría, sólo respiro. Por la mañana los feriantes ya habían desmontado sus instalaciones y emprendido camino rumbo a las fiestas de Monzón, a diez kilómetros de distancia. Respiro y siento que casi todo es tan tonto, tan banal, tan absurdo. Todavía no ha llegado el frío de verdad, el frío que me convertirá en una persona. Busco a la salamanquesa en la terraza pero esta noche no se deja ver. Ella también respira, también consume su oportunidad. La plaza junto a la Residencia de día está desierta, ya no se escuchan grupos de jóvenes haciendo botellón y fumando porros. El verano ha terminado.
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10 comentarios:
También creo que el verano ha terminado, como dices. No sé si la marcha de nuestros hijos a estudiar, o a seguir estudiando, marca el final del verano, probablemente ayuda a ver el final de una etapa y el comienzo, poco decidido aún, de otra. Hay momentos de extraña clarividencia, en los que todo parece no tener sentido, y es algo extraño porque hasta hace cuatro días el verano, los días largos, la luz, las vacaciones propias o de la gente cercana, parecían suficientes. Como siempre, creo, otra vez hay que comenzar, y volver a encontrar sentido a todo esto.
Un abrazo
Qué comentario más bien escrito, José Luis, me ha gustado mucho. Es cierto, otra vez hay que comenzar y encontrar sentido a esto.
Un abrazo.
Lo preocupante es cuando uno ve, en el fin del verano y la vuelta a la normalidad, la constatación de que al final no ha pasado nada.
Es necesario creer que de un modo u otro avanzamos. Para mí lo es.
Un abrazo a los dos.
Eso ocupa gran parte de mi lucha.
Lo de lucha quizá suene melodramático, pero ahora mismo me sale así.
No hay que luchar: avanzamos. Recuerda que la vida es un río (un viento, un remolino de hojarasca en el suelo, arrugas en nuestro rostro, canas en nuestro cabello). Avanzamos. Vivimos. Cantamos nuestra canción. En todo el universo con sus nebulosas de galaxias y sus agujeros negros y su materia oscura no hay nada más insólito que el hecho de nuestra anecdótica existencia. Avanzamos. Nuestros hijos crecen. Superamos obstáculos. Exploramos. Cantamos, como el grillo, nuestra canción.
Un abrazo muy fuerte.
Que así sea.
Otro, y buenos días.
Kaixo, miramon! Te he visto un poco andaluz en eso de " nada mas insolito que nuestra existencia" pero si no sabemos lo que hay por ahi fuera! Bueno, si lo dices por lo de los porros y el botellon, ahí te doy toda la razón. Que especie más...(no se me ocurre el adjetivo...pero, seria algo asi como insolita en lo decepcionante que puede llegar a ser,y eso que los botelloneros no son ni de lejos lo peor que tenemos)
Por lo demas, te doy la razón al cien por cien y me encanta cómo lo cuentas. Un abrazo
Me gusta mucho la entrada y los comentarios. Yo también necesito sentir que avanzo y no solo en el sentido de vivir, de caminar hacia adelante, que ya es muchísimo, sino de mejorar algún aspecto de mi vida. O de la vida que me rodea. Cuando me parece que estoy estancada, o que no aporto nada que valga la pena, me desanimo.
Un abrazo
Gabon, Heart on!
Jesús Miramón
:)
A mí me pasa lo mismo, Elvira, y a veces pasan días, esos días que yo llamo el mar de los sargazos, calma chicha, tiempo estéril (pero cómo se ríe el tiempo de nuestros adjetivos). Y el viento, cómo se ríe el viento cuando vuelve a soplar en nuestras velas y, para nuestra alegría, nos ponemos nuevamente en marcha.
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