Esta noche no corre ni una pizca de aire. El verano sabe que la batalla será larga y que la ganará, maldito sea una y mil veces.
En la lejanía de los edificios se escuchan sirenas de ambulancias y más cerca, en los patios del colegio vacío frente a nuestro piso, los furiosos gruñidos de gatos en celo.
Es un poco desolador darse cuenta de que los años no me han hecho más inteligente o más listo de lo que era o no era durante mi juventud, pero así es. Estaba equivocado. Nunca seré mejor que entonces. Todo lo demás, todo lo siguiente, es pura inercia debilitándose poco a poco.
martes, 1 de agosto de 2017
Pura inercia
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4 comentarios:
Pero más lúcidos sí que nos han hecho los años, probablemente. A veces me gustaría serlo menos, esa es la verdad.
Creo que la noche pasada ha sido la más calurosa desde hace muchos días. También me parece que muchos de los sonidos nocturnos de nuestra infancia y juventud han sido sustituídos por otros que me dicen poco. Los gatos en celo sí que los oigo, pero poco más.
Un abrazo
Ay, José Luis, odio el verano más que a ninguna otra cosa. Incluso estando de vacaciones. Las cambiaría por trabajar todo el año con un clima invernal. Amo el frío, tan fácil de combatir.
Los gatos en celo sonaban en medio de Zaragoza. Un resto de la naturaleza en medio de toneladas de hormigón.
Qué mundo más extraño nos ha tocado explorar.
Un abrazo.
No creo, no será tanto así, Jesús. Yo creo que no.
Lo cual no quiere decir que crea que nos hemos hecho sabios, ni mucho menos. Tal vez, como dice JL, de lo único que podemos presumir es de ser conscientes de cómo son las cosas y cómo nosotros.
Un abrazo a los dos.
Sigo sintiendo -siempre confundo sentir y pensar- lo que escribí, querido Porto.
Un abrazo.
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