miércoles, 4 de marzo de 2020

Yo no sé nada

Me he recortado la barba y duchado ahora para no tener que hacerlo mañana al despertarme. Bueno, la barba me la recorto cada quince o veinte días (hoy ha sido una masacre, había dejado pasar un mes y parecía un náufrago). Me siento ante mi portátil y puedo sentir lo bien que huelo: a champú, a gel de baño. Hasta me he servido un whisky con hielo. Mis problemas, por supuesto, no han desaparecido con la ducha. No olvido lo que me rodea. No me alejo de lo que se avecina, cómo hacerlo, pero es diferente hacerlo recién duchado, limpio como una patena y antes de ir a dormir, que hacerlo al final del día sucio, ansioso y sin sueño.

Yo no sé nada. Nada. He contactado con un nuevo psicólogo porque necesito ayuda, eso es algo que sé muy claramente. Esta tarde hablé con él para concertar la primera cita y en esa charla intercambié con él más comunicación que con mi última psicóloga en doce sesiones. Tengo esperanza. Esperanza en que me ayude a gestionar mis emociones, la profunda tristeza del Alzheimer de mi madre, mis propios problemas, lo que soy en este mundo absurdo y a la vez, a pesar de todo, tan hermoso y fascinante. Ya veremos.

Yo no sé nada. La vida me arrastra mientras intento tomar nota de ella. Soy uno de esos dibujantes que los barcos de exploración llevaban a bordo en siglos pasados, artistas que lo mismo dibujaban pájaros desconocidos que medusas o estrellas de mar con todos sus detalles.

Es de noche y es tarde. Sí, pienso mucho en mi madre y en mi padre, pero esos pensamientos intento incluirlos en el conjunto habitual de las cosas en las que pienso habitualmente. ¿Por qué no podemos dejar de pensar, de interpretar, de imaginar? No imagino paz mayor que liberarnos de esa condición tan humana sin desaparecer, aunque creo que algo semejante es absolutamente imposible.

La noche avanza. Yo no sé nada. Cerraré los ojos agotado y los abriré mañana por la mañana. Allí estará despierta y en pie la misma tristeza. La misma ignorancia.

6 comentarios:

ROSA PEREA LAZKANO dijo...

no sé, quizás pudiera ayudarte Jesús, me gustaría. lo hablamos???. un abrazo

fernando dijo...

Leyéndote he sentido una profunda emoción.
Un fuerte abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Te llamaré, Rosa, un millón de gracias. Un beso.

Jesús Miramón dijo...

Un abrazo, Fernando. La vida también es esto.

Portarosa dijo...

Lo siento, Jesús. No sabía lo de tu madre.
Ojalá ese psicólogo valga de algo, aunque supongo que se ha suspendido nada más empezar.

Es sorprendente, porque justo estoy con el artículo de esta semana y trato de explicar la parte de maldición que tiene estar permanentemente expuesto a los propios pensamientos, que no cesan a pesar de que tan a menudo no aportan nada. Pero no me está saliendo. Creo que tu post me va a ayudar.

Jesús, un abrazo. Cuídate mucho. Es tremendo lo mal repartido que está el bienestar, o la felicidad; qué poco parece tener que ver con los méritos, con merecerla. En fin.

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Cosas de la vida, Porto. Si les pasan a los demás, ¿por qué no iba a pasarnos a nosotros o a la gente que queremos? Esto deberíamos repetírnoslo a nosotros mismos de vez en cuando, sin histerias ni miedos absurdos, con serenidad.

Me he leído tus últimos artículos y me han gustado mucho. La visita al psicólogo me fue de maravilla aunque desde entonces todo está parado. Me llamó días más tarde por teléfono y me dijo que me había visto bastante bien, pero que estaba a mi disposición cuando quisiera. Un tipo muy profesional y cercano a la vez; la consulta, la última de ese día, se alargó casi dos horas.

Un abrazo.