Echo de menos cuando mamá descolgaba el teléfono y podíamos hablar. Su voz, su voz llena de vida antes de extraviarse en la tarde. La enfermedad avanza ajena a los sentimientos, ajena a la razón, devorando recuerdos. Ya no se me rompe el corazón cuando contemplo su mirada perpleja, la mirada de una niña perdida en el bosque sin migas de pan en los bolsillos. Donde latía mi corazón ahora hay un pozo oscuro, denso, a veces palpitante, a veces muerto.
miércoles, 1 de febrero de 2023
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1 comentario:
Es increíble el poder que tenemos de acostumbrarnos a todo.Van deprisa algunas cosas y muy lentas otras.Hay enfermedades interminables.
Un abrazo
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