Hoy en mi trabajo le dije a una persona adulta que lo mejor que podía hacer era dejarse llevar por el tiempo igual que hacíamos de niños en la playa, cuando jugábamos a hacernos los muertos y flotábamos bajo el sol mecidos por las olas. Ella me comprendió mirándome a los ojos. A veces la vida nos da tantos golpes, nos empuja y deshace tanto, nos destroza tanto, que nadar contra la marea es la peor opción, la más inútil, la más estéril: es mejor abrir las piernas, los brazos, sentir el frío en la espalda, el calor en el rostro, las nubes.
miércoles, 22 de febrero de 2023
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4 comentarios:
Las mareas, tan incontrolables para un humano en su trayectoria vital: se pueden ver venir, hay opción de ponerse a buen recaudo a veces, pero del enfrentamiento con ellas nunca se sale ileso del todo, si no te hunden.
A medida que me voy haciendo más mayor (sí, más viejo) sé que las mareas no son algo que nos sucede: nosotros formamos parte de ellas. Somos la materia que llevan de aquí para allá en su mandato lunático. No vienen y van: vamos y venimos. Somos su fruto y su despojo.
Precioso texto, Jesús.
Un abrazo fuerte.
Un abrazo, Fernando. Flotamos y a veces, además de llorar, sonreímos y damos gracias a este extraño mundo.
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