Después de mucho tiempo esta mañana fui a pasear por el campo antes de ir a trabajar. Cuando aparqué junto al canal de hormigón la oscuridad de la noche se retiraba del cielo. Había una niebla alta que a los pocos pasos empapó mi cabeza. Los pájaros todavía dormían en los árboles oscuros. El canal estaba vacío. Caminé a paso ligero escuchando la radio a través de los auriculares. En los márgenes arenosos del camino los animales habían dejado la huella de sus correrías nocturnas: las profundas de los jabalíes, las más livianas de zorros y garduñas, heces de pequeños frutos, cagarros caninos. Poco a poco, paso a paso, fue haciéndose de día. Cuando regresé el mundo había cambiado. Un poco más allá, en la linde de la carretera, había un pequeño zorro atropellado. Tal vez fuese uno de los que vi durante mis paseos del verano. Su cuerpo yacía de costado sobre el asfalto, inmóvil, casi intacto. Qué animal tan hermoso. No estaba allí cuando llegué, así que en algún momento debimos habernos cruzado en el camino. Lo imaginé esquivándome sigilosamente sin saber que se dirigía a la muerte. Subí al coche y volví a casa.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Qué animal tan hermoso
lunes, 9 de noviembre de 2015
Y principio
Esta es la quinta estación. Regresaron los ataques de ansiedad cuando menos lo esperaba, después de muchos meses de paz. Pero mi vida, esta vida pedestre, vulgar, diletante, parece estar hecha de guerra. Nunca tendré la paz de las hojas secas de los castaños de indias cayendo sin preguntas al otro lado del ventanal de mi lugar de trabajo. La rebeldía inflama mis venas sin ningún objetivo preciso, ciega como la furia, obscena, suicida. Es como si en estos cincuenta y dos años no hubiera aprendido nada. Nada de nada.
lunes, 2 de noviembre de 2015
sábado, 31 de octubre de 2015
Ladra un perro
Ladra un perro en la calle mientras me desangro lentamente. Qué dato sin importancia. Pero este es el momento y nada ni nadie puede cambiarlo: ladra un perro en la calle y a continuación pasa el ruidoso camión de la basura. Después se hace este falso silencio consistente en un agudo pitido permanente en mi cerebro. Toda mi energía se consume en el esfuerzo de no volverme loco.
martes, 20 de octubre de 2015
Respuesta
En cada bocanada de oxígeno sobrevivo, y en ese pequeño gesto inconsciente sobreviven las ciclópeas pirámides egipcias y el poema más pequeño de una poeta polaca, por no hablar de las recetas navarras de mi madre o el último beso que le di a alguien a quien amaba más que a nada en el mundo.
martes, 6 de octubre de 2015
Tierra de nadie
A veces echo de menos Binéfar. Echo de menos la claraboya del techo en mi dormitorio de la buhardilla y me pregunto qué habrá sido de los hibiscos y las madreselvas de la terraza, me pregunto si los siguientes inquilinos se hicieron cargo de su supervivencia.
Echo mucho de menos los ensayos de la coral y las copas en el Chanti después, fui tan feliz aquellas noches. Pero he vivido en tantos sitios, en tantos domicilios, que mi organismo ha generado una especie de escudo protector inmune al número de años, inmune al apego, inmune al pasado. Como los astronautas, en cada salto dejé una parte importante de mí flotando en tierra de nadie, una parte de mí que se aleja y aleja hasta desaparecer.
martes, 29 de septiembre de 2015
Identidad
Sobre la corteza en perpetuo movimiento
florecen y se marchitan religiones y naciones.
Ninguno de nuestros dientes fosilizados
dará cuenta de cuánto nos quisimos o nos odiamos.
Hojas de otoño, eclipses de luna, miles y miles
de eclipses de luna. Miles y miles y miles.
jueves, 10 de septiembre de 2015
lunes, 31 de agosto de 2015
La típica tormenta de finales de agosto
Mientras mi hijo firmaba el contrato de alquiler del piso de Huesca donde vivirá el curso que comienza, el cielo se oscureció en pocos minutos y los peatones comenzaron a correr de aquí para allá. Yo, como buen chófer, contemplaba la calle a través del cristal de la inmobiliaria, ajeno a sus asuntos. La típica tormenta de finales de agosto, pensé.
De regreso a Barbastro gigantescas nubes de color ceniza y kilómetros de altura descargaban lluvia y granizo sobre la tierra recalentada levantando una espesa capa de vapor. Golpes de viento y agua me obligaban a corregir constantemente la trayectoria del coche. Los limpiaparabrisas barrían el cristal a la máxima velocidad. Durante varios kilómetros imaginé nuestra querida Picasso roja atravesando el paisaje del Somontano bajo la tormenta a vista de pájaro, a vista de avión, a vista de satélite. Pequeña, diminuta, minúscula.
miércoles, 29 de julio de 2015
Comunión
La voz alegre de un niño pequeño rompe la noche como si el Ramadán no hubiese terminado hace pocas semanas. Me asomo a la calle y me sorprende verla desierta. Los arbolillos que en invierno eran mapas vasculares son ahora profusos animales vegetales de otro planeta a la luz artificial de las farolas, pero mi corazón no está aquí sino en la habitación de un hospital, y también a miles de kilómetros y centenares de minutos de distancia en el futuro. Jamás, ni en los momentos más patéticos de mi adolescencia, imaginé que la vida pudiera ser una experiencia tan sólidamente personal y, al mismo tiempo, la revelación de una verdad profunda que sólo soy capaz de expresar con una palabra: comunión.