miércoles, 11 de noviembre de 2015

Qué animal tan hermoso

Después de mucho tiempo esta mañana fui a pasear por el campo antes de ir a trabajar. Cuando aparqué junto al canal de hormigón la oscuridad de la noche se retiraba del cielo. Había una niebla alta que a los pocos pasos empapó mi cabeza. Los pájaros todavía dormían en los árboles oscuros. El canal estaba vacío. Caminé a paso ligero escuchando la radio a través de los auriculares. En los márgenes arenosos del camino los animales habían dejado la huella de sus correrías nocturnas: las profundas de los jabalíes, las más livianas de zorros y garduñas, heces de pequeños frutos, cagarros caninos. Poco a poco, paso a paso, fue haciéndose de día. Cuando regresé el mundo había cambiado. Un poco más allá, en la linde de la carretera, había un pequeño zorro atropellado. Tal vez fuese uno de los que vi durante mis paseos del verano. Su cuerpo yacía de costado sobre el asfalto, inmóvil, casi intacto. Qué animal tan hermoso. No estaba allí cuando llegué, así que en algún momento debimos habernos cruzado en el camino. Lo imaginé esquivándome sigilosamente sin saber que se dirigía a la muerte. Subí al coche y volví a casa.

5 comentarios:

Epolenep dijo...

Tota la vida
apartant-ne els ulls,
en passar, de vergonya.
Innocents,
llençats a la vora
de la carretera, massa bells
per a tanta indiferència.

Jesús Miramón dijo...

Un beso muy fuerte, Silvia, y perdóname por la traducción.

Toda la vida
apartando la mirada
al pasar de largo, de vergüenza.

Inocentes
lanzados al borde
de la carretera, demasiado hermosos
para tanta indiferencia.

Elvira dijo...

¡Enhorabuena a los dos! Por la entrada, el poema, y la traducción del poema. Un beso

Epolenep dijo...

Oh, ¡me gusta mucho ver estas traducciones, Jesús! Y gracias, Elvira...

No sé, siempre que veo un animal muerto me siento como Antígona, desesperada por tener a un hermano sin enterrar, sin honrar.
Besos.

Portarosa dijo...

Qué pena, aunque qué bonito.

Y qué bien que estés.