miércoles, 8 de mayo de 2019

Ocho de mayo

Llueve y deja de llover. En las aceras crecen las plantas como si el ser humano hubiese desaparecido del mundo aunque yo camine sobre ellas precipitadamente porque siempre llego tarde al trabajo. La mitad de los rostros y cuerpos con los que me cruzo los conozco. Algunos me saludan, otros, por timidez, quiero creer, no lo hacen. Yo saludo a todo el mundo, es algo que me gusta hacer. Sólo soy misántropo en mi casa, y aquí lo soy sin problemas. En la calle soy la persona más sociable y comunal que puedas imaginar, y con placer. Soy géminis y gemelo. Las dos caras.

La noche se ha instalado ya sobre la pequeña ciudad. El humilde río Vero fluye frente a mi casa rumbo al mar de los Sargazos, allí donde reposan los restos de naufragios de hace siglos. Y más al Norte el Ártico, ese lugar donde hombres y mujeres comen carne cruda y viven en el hielo.

Viajo. Viajas conmigo. Ven. Mira.

martes, 7 de mayo de 2019

Siete de mayo

Fue un día largo. Los martes abrimos también por la tarde, como he escrito tantas veces aquí.

Son las once y cuarto de la noche y la hora en la que la carroza se convertirá en una calabaza se acerca sigilosamente; ese acuerdo colectivo por el que a partir de las doce horas todo vuelve a comenzar.

Tengo sueño y espero dormir bien, profundamente, adentrándome hasta el fondo de eso que sucede cuando cerramos los ojos, ese misterio que acaso no lo sea para nadie salvo para nosotros.

Despierto busco la belleza y dormido también, me gusta pensar. A veces me acuerdo de lo que he soñado y a veces no.

Me doy cuenta de que no conozco casi nada de lo que significa existir y estar aquí, sentado ahora mismo frente a mi pequeño escritorio, escribiendo estas palabras. No conozco casi nada y exploro desde hace decenas de años, incansablemente desde que apenas era un flaco adolescente que se planteaba si al cerrar los ojos el mundo seguía sucediendo o era una ilusión visual.

Aquí persisto.

No he aprendido nada, pero continúo.

lunes, 6 de mayo de 2019

Seis de mayo

Todo a mi alrededor me dice: "Mira, crezco, crecen las hojas en mis ramas, crece la hierba incluso en los intersticios de las aceras, los pájaros vuelan con ramitas en el pico, el agua del río, un poco crecido por las lluvias y el lento deshielo de la nieve, se precipita hacia el lejano mar".

La primavera se inflama poco a poco como sucede en el sexo. "Mira, dice, nada podrá detenerme si sigues mirándome así. Mira, dice, lo que va a pasar".

Y yo miro, no puedo dejar de mirar y acariciar y agradecer este regalo de vivir sin saber bien por qué ni para qué ni cómo.

domingo, 5 de mayo de 2019

Cinco de mayo

Este fin de semana estoy permitiéndome el caos: siestas de tres horas, levantarme a las diez y media de la mañana. No tener hora para acostarme. De niño pensaba: "cuando sea mayor haré lo que quiera". Algo así.

No pensaba escribir nada antes de acostarme, algo que voy a hacer en un momento, pero antes de escribir estas palabras hice una incursión en Twitter y miré el descomunal número de seguidores de mi cuenta. No lo entiendo. No me cabe en la cabeza tener más de mil seguidores de una cuenta como la mía. Y lo mejor es que me importa un pimiento. Me da igual. Será cosa de la edad, pero me da igual de verdad de la buena.

Me pasa lo mismo en este diario. Hace mucho que quité contadores de visitas y esas cosas. Me da igual. Ahora debo aprobar los comentarios a las entradas porque comenzaron a colarse cosas muy raras, pero, si os soy sincero, no necesito comentarios. No es que los rechace ni no los agradezca si surge de vuestros corazones, comprendedme, pero en cualquier caso sería eso: una conversación entre tú y yo, y te animo a hacerlo. Soy un ser humano deseando aprender.

En las redes sociales también soy un ser humano deseando aprender, y de hecho he aprendido mucho. Sigo cuentas de historia, de ciencia, etcétera. Lo que nunca hago es devolver un seguimiento. En esta hora sigo a 174 personas y me siguen 1074 (qué casualidad también).

Ni comentarios en este diario ni seguidores en Twitter o Instagram me afectan más allá del cariño o el agradecimiento, nunca en términos numéricos. Los números me importan menos que nada. Pronto cumpliré cincuenta y seis años. Debe de ser por eso.

sábado, 4 de mayo de 2019

Cuatro de mayo

Madrugada del viernes al sábado. Despierto. Dormí una siesta de casi tres horas, así que tiene sentido. Me gusta que las cosas tengan sentido aparentemente porque sé que, en realidad, nunca lo tienen de verdad. La casa está en silencio. Ni siquiera se escuchan los ladridos de los perros de nuestros vecinos. No sé si llueve o no. Estoy aquí, en este nido oculto a la luna. Cerraré los ojos e intentaré viajar a la Antártida, al Amazonas, a una pequeña isla griega de casas blancas, a la Patagonia. Estoy aquí, en este camarote del submarino. Me tumbaré en la litera y soñaré con un cielo con nubes, muchos metros más arriba del océano que me rodea. La nave cruje de vez en cuando por la presión, pero yo ya duermo en el colchón caliente que dejó mi compañero de guardia al sustituirme. Mi pensamiento ya no me pertenece.

viernes, 3 de mayo de 2019

Tres de mayo

Cada palabra
es nueva
aunque haya
sido pronunciada
miles de
millones de veces.

Cada palabra siempre,
siempre
es nueva.

jueves, 2 de mayo de 2019

Dos de mayo

Como en cada vuelta alrededor del sol la noche llegó mientras al otro lado del planeta alguien como yo despertaba e iniciaba su jornada. Ahora, mientras se lava los dientes, contempla el mar, la bahía, las otras casas que descienden hacia el agua, los bosques de eucaliptos de hojas casi azules. Se mira en el espejo y se pregunta qué sucedió. Luego dice en una lengua que desconozco: "es el tiempo".

La cama me espera, ese cubículo abierto a la atmósfera donde, en mi breve hibernación nocturna, viajaré sobre una Zaragoza distinta, cubierta de hiedra e higueras gigantes cuyas raíces destruyen enormes edificios, o tal vez me sumergiré en el único océano del mundo tras millones de años para contemplar la resurrección de las primeras formas de vida que sobrevivieron mientras la tierra se aproxima inexorablemente al sol.

Aprendo. En silencio. Cada día. Mientras amo y soy amado. Mientras me aproximo al momento en el que todo habrá dado igual y, al mismo tiempo, no. Yo me entiendo.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Uno de mayo

Adios, abril de
dos mil diecinueve,
nunca volveremos
a vernos.

Hola, mayo de
dos mil diecinueve,
dime, ¿qué guardas
para mí?

martes, 30 de abril de 2019

Treinta de abril

Cada día doy la bienvenida a recién llegados y llegadas que duermen en sus cochecitos de bebé; cada día despido a seres humanos de edades más variadas de las que creeríais, personas que dejan un hueco vacío donde estaban pero que, en el fondo, a quienes no vivíamos allí, no nos importa. La sonrisa de un bebé mueve continentes; nuestra desaparición en la habitación de una casa pasa sin pena ni gloria, incluso es molesta para quienes la visitaban de vez en cuando. Así es nuestra naturaleza. Y no digo que esté bien o esté mal: sólo describo lo que observo tras muchos años trabajando con mis congéneres.

Y en el fondo lo comprendo. Sinceramente, humanamente, lo comprendo. Estamos diseñados para vivir como si fuésemos inmortales, por eso la inmensa mayoría de nosotros huimos inconscientemente de lo que niega ese artificio, esa creación tan ficticia como la de la existencia de dios.

Uno de "mis" usuarios, y con ello me refiero a las personas a las que llevo atendiendo desde hace años, es un ingeniero que se llama Eduardo y hace años fue transplantado de corazón y, por aquellas cosas de la crisis económica, le quedó una pensión ridícula y vive ahora con su familia en Graus. Siempre que nos vemos me dice claramente, con los ojos ligeramente inyectados en sangre, que sabe que no se hará viejo. Tiene mi edad más o menos. El otro día le atendí en la Agencia Comarcal y me dijo, mirándome directamente a los ojos, que se había dado cuenta de que cuando uno se muere tampoco sucede gran cosa, que sólo un puñado de personas, y durante un tiempo, como así debe ser, le echan a uno de menos y lloran, y después nada. Yo le sostuve la mirada y le dije que tenía razón. Los seres humanos llevamos naciendo y muriendo miles, millones de años. Nuestra desaparición individual, en realidad, no es ningún problema. Creo que agradeció que lo reconociera, que no tratara de consolarle.

Siento que me estoy haciendo mayor y un poco más sabio en estas cosas. No podía engañarle y decirle, conociendo su inteligencia, algo que iba a insultarle. Morimos, desaparecemos, y el mundo sigue. No le hacíamos falta antes ni se la haremos jamás. El Mediterráneo, debido al movimiento de las placas tectónicas, se elevará dentro de millones de años convirtiéndose en una cordillera como la que ahora es el Himalaya. Nada tiene sentido salvo estos breves momentos en los que articulamos el pensamiento y damos testimonio, aún sabiendo que se perderá. Debemos explorar, llevamos ese impulso en nuestros genes: qué hay más allá de la colina, qué escribiré mañana si mi vida es la más común de las vidas, ¿aparecerá el mar cuando el coche gire en la siguiente curva?

lunes, 29 de abril de 2019

Veintinueve de abril

El día de hoy ha sido ligero sabiendo que en mi país la derecha apoyada por la extrema derecha había sido detenida gracias a un alto índice de votos, uno de los mayores en las últimas décadas. Cuando en España todo el mundo va a votar suele triunfar el sentido común, la tolerancia, la aceptación de los otros, la integración. Somos el país número uno en el planeta entero en número de donaciones de órganos. Cuando suceden catástrofes internacionales España suele ser uno de los países que más ayuda presta en relación a su población.

Yo ayer por la noche me sentí orgulloso de mis vecinos. Yo, que si algo no soy es nacionalista. Los votos habían vencido a las mentiras, las infamias y los bulos de los tres partidos de la derecha. Hubiera pagado por ver los rostros de sus líderes al darse cuenta de que los españoles, cuando votamos casi todas y todos, no nos tragamos mentiras tan gruesas como que Sánchez había pactado con los independentistas (¡si así hubiera sido no hubiera habido convocatoria electoral, idiota!), que Otegui determinaba la política del PSOE, barbaridades así. ¿Tan tontos nos creían a los votantes?

Me alegro mucho, muchísimo, del resultado electoral de ayer en España. Sólo espero que el PSOE no pacte con Ciudadanos, pero esa posibilidad es algo que me parece casi imposible habida cuenta de las declaraciones del líder de este último partido, que lo fía todo a convertirse en el partido principal de la derecha. Sé que habrá presiones del mundo empresarial y mediático para que eso suceda, pero confío en que Sánchez sepa qué esperanza se ha depositado en su voto.

Estoy contento y voy a dormir bien. Nunca había hecho campaña política, y en esta ocasión me he dejado la piel en las redes sociales. Nos jugábamos tanto. La ultraderecha estará en el Parlamento pero su papel será insignificante, sin consecuencia alguna en la vida de las personas más allá del miedo que da.

Soy progresista, sí. Lo soy desde que era muy joven. Creo en la justicia, en la igualdad social, en los servicios públicos, en la desaparición de fronteras, en la fraternidad, en la redistribución de la riqueza de países y continentes: creo en el feminismo, en la aceptación del diferente, en el respeto a cualquier opción sexual que no obligue a nadie a hacer nada que no quiera hacer; creo en una futura Ley de Eutanasia que permita a enfermos terminales ser propietarios de su vida sin que ninguna otra persona les arrebate esa última decisión. Sí, imagino que soy "progre". Buenas noches.