El sábado fui al huerto de mi amigo a recoger leña de almendro. Allí estaban él y su padre de ochenta y un años, quienes, más allá de la generosidad, me habían preparado unos sacos. La mañana era soleada, cristalina, blanca. Estuvimos charlando un rato, cargué la leña en la Picasso y vine a casa. Por la tarde encendí la chimenea con papel de periódico usado. Pronto danzaban las llamas. Puse mi vieja cámara fotográfica sobre la mesa, frente al hogar, y grabé un minuto y medio de vídeo. Me gusta ese crepitar.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Leña de almendro
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4 comentarios:
Qué suerte tener chimenea!
Ya sabemos que será muy literario, pero el caso es que es otra cosa, otra vida la vida con chimenea.
Me alegro mucho por ti y mucho de saberlo, te imagino más mejor.
Beso.
M.
Fue uno de los detalles que nos animó a alquilar esta vivienda (yo tampoco tengo deudas ;-). Conozco mucha gente que tiene chimenea, que se hizo construir un hogaril, como la llaman por aquí, y no la utiliza porque ensucia mucho, algo que es verdad, pero ¿hay algo más absurdo que tener chimenea y no utilizarla cuando llega el frío? A veces, cuando estoy solo en la planta de arriba, la enciendo igualmente para mí. Un beso.
Nosotros también tenemos chimenea, toda metálica y cerrada. Ensucia muy poco. La enciendo los fines de semana de noviembre a marzo, y es de las cosas más agradables de la casa (y del fin de semana).
Un abrazo
José Luis
Hola, José Luis, la nuestra es abierta y ensucia un montón, lo que pasa es que no me molesta demasiado, se barre de vez en cuando y ya está (o será que mi nivel de exigencia en cuanto a la limpieza doméstica no es, digamos, exagerado, ejem). Un abrazo.
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