miércoles, 10 de diciembre de 2008

Miércoles

A este señor le conozco, su cabello ha encanecido y el trazo de la boca se ha transformado en una mueca, viudo sin matrimonio. Yo amo a las madres que acaban de tener un hijo, amo sus cuerpos entumecidos, su piel translúcida, su fortaleza. Oh, no me gusta que usted diga "por favor" constantemente, no, no me gusta: "por favor, por favor, por favor", ¿acaso piensa que voy a atenderle mejor por eso? ¿teme que vaya a tratarle mal por ser marroquí? No, no es necesario suplicar, piense que su actitud nos envilece a los dos. Una anciana de rostro masculino y nariz roja me observa con los brillantes ojos de su juventud.

8 comentarios:

Miranda dijo...

A mi me asusta un congo eso. Cuando veo tras las arrugas y la espalda encorvada, aparecer la curiosidad, la alegría o la capacidad de vivir de un adolescente en unos ojos, una mirada.

Jo!, qué impresión.
Y luego me pongo a imaginar como fue, a recomponer sus rasgos como si fuera plastilina.

Qué miedo todo.

Jesús Miramón dijo...

Lo increíble es que, según he ido comprobando en mi trato profesional con jóvenes y ancianos, siempre somos más o menos la misma persona. El rostro o la edad son el envoltorio, el precio del oxígeno que quemamos para arder hasta apagarnos, pero en lo sustancial siempre somos la misma persona: el tímido, la risueña, la aventurera, el seductor, el conformista, el tocacojones, la impertinente, el egoísta, la bondadosa... Y esto es algo que me resulta milagroso, un verdadero prodigio, porque habla de la consistencia de nuestra presencia en el mundo, habla de nuestra identidad única e irrepetible. Es algo que siempre siempre me conmueve muchísimo.

Un beso.

Jesús Miramón dijo...

En el caso de la anciana de ayer supe (también nosotros nos damos cuenta de esas cosas) que siempre le gustaron mucho (le gustan mucho) los hombres.

:-)

Miranda dijo...

Ole!

Un día te tengo que contar una tarde de charla con una viejuca en un café.
Que me enganchó, vamos, pero que si no cierran, era una degus que cierran a las ocho, aún estamos allí.
También le encantaban y claro, en hablando enseguida comprendí la cosa de la empatía.

Somos los mismos y además parecidos.

Beso.

Portarosa dijo...

Oh, no me gusta que usted diga "por favor" constantemente, no, no me gusta: "por favor, por favor, por favor", ¿acaso piensa que voy a atenderle mejor por eso? ¿teme que vaya a tratarle mal por ser marroquí? No, no es necesario suplicar, piense que su actitud nos envilece a los dos

Pues tú sabrás, por tu experiencia, cómo es eso, pero yo me temo que es mucho pedirle que no crea eso, que no cuente con que las cosas funcionan así, ¿no? Y no hace falta irse a Marruecos para encontrar esa actitud, ni las actitudes que la provocan.

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Tal vez sea mucho pedir, pero bueno, es lo que pensé (en ningún momento se lo dije de verdad, claro). El servilismo me pone tan nervioso como la prepotencia, es algo que soporto muy mal. Afortunadamente no es frecuente, la gente conoce sus derechos y tiene cada vez más información. Un abrazo.

Miranda dijo...

Por lo visto pusiste algo de Veloso y lo has quitado.
Así que cuando se pincha te manda Blogspot al limbo de la red y te pegas un susto que te defecas, dice que ha desaparecido el blogo o similar.
Madre, que susto...

Beso

Jesús Miramón dijo...

¡Anda, no sabía que pasaba eso! Es verdad que el otro día puse un vídeo de Caetano Veloso después de pasar un buen rato disfrutando de la música brasileña, pero al día siguiente no me pareció para tanto y lo quité. En fin, supongo que con una nueva entrada todo volverá a su ser, aunque no sé cuándo la haré.

Un beso y gracias por avisar, que estas cosas si no te las dicen no las sabes. Claro que también vaya fastidio no poder eliminar sin perturbar nada... Esos artilugios para estar al tanto de lo que se escribe tienen sus ventajas pero también sus inconvenientes, es como si te ataran eternamente a lo que has hecho.