jueves, 29 de noviembre de 2012

Lo que siempre existió

Desde que sustituyeron las antiguas bombillas de las farolas por otras de bajo consumo la noche del pueblo es más lúgubre, un poco más tenebrosa, pero no me parece mal, se ve lo suficiente para caminar y el consumo de energía se ha reducido. Cuando voy a ciudades como Zaragoza o Lérida noto mucho la diferencia, allí todo es luz y más luz, tanta luz que hace olvidar la oscuridad. Pero no deberíamos olvidar la oscuridad: la noche verdadera es oscura y, en esta época del año, fría y desapacible. Quienes vivimos en pueblos tenemos la oscuridad a la vuelta de la esquina. Aquí al lado el viento sopla sobre los barbechos, sopla a través de los sotos de chopos ya casi desnudos y sobre los caminos invisibles que de madrugada cruzan las raposas y los jabalíes a pesar de la cercanía de las granjas; aquí al lado, a quince minutos de paseo, ya no hay luz de ninguna clase, sólo el campo, el silencio, lo que siempre existió, las estrellas brillando en el cielo.

19 comentarios:

Victoria dijo...

Hace mucho tiempo que, por culpa de mi miopía, no veo apenas las estrellas, sólo las más brillantes. Pero sigo con la manía de mirar hacía arríba, escudriñando y arrugando el entrecejo en un esfuerzo vano e inútil.
Yo también quiero ser tú.
Un saludo.

molinos dijo...

Una de las cosas horribles de vivir en Madrid es que no hay oscuridad..yo lo llevo fatal aunque ahroa con la crisis cuando salgo de casa a las 7 de la mañana, cojo la autopista y ya no encienden las farolas..está todo muy oscuro y me gusta.

NáN dijo...

"En Madrid no hay noche", nos dijo el hijo de 2/3 años como motivo suficiente para que no nos fuéramos los padres del pueblo de montaña, donde se iba a quedar con los abuelos.

Y lo que dijo era exacto.

Cuánto despilfarro y que atentado al bienestar.

Jesús Miramón dijo...

Hola, Victoria, eso de escudriñar el cielo arrugando el entrecejo me resulta simpático. Un saludo.

Jesús Miramón dijo...

Conducir a través de la noche cerrada se parece mucho a viajar por el espacio devorando años luz. A mí también me gusta mucho.

Jesús Miramón dijo...

Sí que es un despilfarro. Aunque creo recordar que el año pasado en Madrid se quiso recortar en luces navideñas y hubo bastantes protestas.

Jesús Miramón dijo...

Ah, por cierto, lo mencioné en Twitter y en Facebook pero no aquí: esta entrada es la que hace la número 1000 desde que comencé a escribir este diario. 1000 páginas, 1000 días y noches, 1000 estaciones.

:-)

NáN dijo...

Nora Buena para todos tus lectores.

NáN dijo...

Vuelvo, porque he seguido recordando el tema de tu entrada. Hay un motivo social para ese despilfarro: lo iluminamos todo porque lo convertimos todo en un escaparate. Quizá empezara en Las Vegas, no lo sé, pero se ha extendido la necesidad de "iluminar"; como si, incluso lo que no se vende directamente sea algo en venta (por ejemplo, la eficacia del poder).

Pero me interesa más una explicación más personal (y lo extiendo a otra rotura de algo que existía y la no existe: el silencio; hay ciudades en las que hasta los autobuses llevan conectada a gran volumen una emisora musical): nos hemos vuelto niños miedosos que pedimos a mamá que por la noche nos deje encendida la luz.

Hay una negación de lo que somos, una necesidad de ocultarnos mediante el barullo sonoro y la iluminación desmedida.

En ese pueblo que mencioné, en el que paseábamos de noche "para ver la noche", eso ya no es posible. Una iluminación "moderna" impide ver la profusión de estrellas si no te alejas más de un kilómetro del pueblo.

andandos dijo...

Suelo, a veces, durante el mes de diciembre y cuando vuelvo de Lleida por la noche, dar una vuelta en coche por Binéfar, antes de llegar a casa, y veo los cambios en iluminación navideña día a día. Este año solo están iluminados, y con menos profusión que otros años, el restaurante Di Marco, la floristería Nenúfar y el bar del Binéfar 77, algo parecido al casino convencional. Solo he visto un Papa Noel colgado de un balcón. Supongo que en los próximos días aumentarará la iluminación.

Un abrazo

Elvira dijo...

¡Cómo me gusta pasar por tu casa, Jesús! Besos

Jesús Miramón dijo...

Coincido plenamente con lo que comentas, Nán. Las ciudades iluminadas y la contaminación musical nos alejan poco a poco, casi imperceptiblemente, de nuestra naturaleza original. Tal vez nos aproximan a una naturaleza futura distinta, todavía casi inimaginable, eso también podría ser, pero indudablemente nos alejan de otro sitio.

A mí particularmente, como coralista y amante de la música, me perturba terriblemente que me la impongan. No lo soporto. No comeré en un restaurante donde tenga que escuchar música, una música, además, que yo no he elegido. Odio obsesivamente los hilos musicales. La música es algo demasiado bello para banalizarlo (como la luz o la oscuridad).

Jesús Miramón dijo...

Este año la Navidad me sorprende con el paso cambiado. Lucharé con todas mis fuerzas contra el desánimo y el pesimismo, diré: "¡Feliz navidad, feliz navidad!", y trataré de creer que es posible, pero no estoy seguro de la victoria.

Un abrazo, José Luis.

Jesús Miramón dijo...

Y a mí que tú te pases por aquí, Elvira. Un beso muy fuerte.

Portarosa dijo...

Enhorabuena por esos 1.000, y muchas gracias.

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Porto, gracias a ti, a vosotros. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Luz y ruido perpetuos, siempre presentes.
Parece que hay que vivir siempre conectados, en constante (in)comunicacion.
Son casi casi imposibles el silencio, la oscuridad.
Estar sólo, en silencio, sólo estando...
Un placer visitar tu blog.

Anónimo dijo...

Glubs! Corrijo: Estar solo

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Anónimo, bienvenido al blog. A veces tengo la sensación de que cuando no hacemos nada lo que hacemos es vivir.