Dos mil diecisiete se precipita hacia el ojo de la aguja como todos sus hermanos anteriores. Yo escribo frente al espejo del cristal del ventanal del salón abierto al exterior oscuro de Zaragoza.
Maite y Paula, que vino de Bergen para pasar estos días con nosotros, se han ido de compras. A menudo suenan sirenas -no sé si de ambulancias o de policía o de bomberos- como si el mundo estuviese acabándose, aunque no es verdad. Son sonidos de las ciudades grandes a los que quienes vivimos en lugares pequeños no estamos acostumbrados (pero yo viví aquí durante toda mi juventud).
La navidad ya ha pasado. Cociné para veinte de las personas que más quiero en el mundo y todos disfrutamos de la comida, la bebida y, sobre todo, la compañía. Mis padres van siendo cada vez más mayores y estas reuniones tienen cada año un sentido más profundo. Nuestras vidas se enhebran.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
El ojo de la aguja
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4 comentarios:
Sí, están enhebradas de muchas formas, algunas muy evidentes y otras menos.
Un beso y Feliz Año 2018, Jesús!
Feliz 2018, Elvira. Un beso!
Es verdad, cada año más profundo. llega un día en el que el mayor eres tú, inevitablemente.
Un abrazo
¡José Luis, parezco yo más mayor que tú! (Vale, pero lo eres, lo sé).
Pero de ese "inevitablemente" nadie nos libraremos jamás. Y que siga siendo así siempre.
Un abrazo.
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