miércoles, 26 de febrero de 2020

Un punto de luz

Febrero se desliza como una lombriz buscando la sombra. El cielo es alto y cruzado a veces por las líneas rectas de los aviones. Dos mil veinte avanza porque no puede hacer otra cosa. Yo disfruto y sufro sin orden ni concierto, aunque qué importa: soy un punto de luz flotante entre los miles y millones que el sol ilumina a través del cristal.

Todo está bien.

Todo está bien.

lunes, 10 de febrero de 2020

Ese camino pequeño

Y así navegamos a través de un paisaje aparentemente monótono y repetitivo que en absoluto lo es. No pasa nada. Deberíamos sentir piedad por la mortalidad de todo lo que existe sin entrar en bucle. No pasa nada: moriremos antes o después, y nuestros hijos y nietos y tataranietos también. Como el hielo de los polos y las junglas lluviosas: todo morirá. Nos queda la compasión menos pesada, la más ligera para caminar, y, sobre todo, la curiosidad. Mira eso, mira aquello, ese camino pequeño que se desvía del principal, ¿a dónde conducirá?

martes, 4 de febrero de 2020

Lava del sol

Con los ojos cerrados estiro el brazo para activar la luz del techo del dormitorio. La oscuridad de mis párpados se transforma de pronto en la ardiente superficie de lava del sol.

domingo, 2 de febrero de 2020

El cielo era azul

Hemos comido en casa de mi hermano. Lucía el sol y hemos podido tomar un vermú en el jardín. Ha llegado mi hermana y casi toda su familia. El cielo era azul. Conejo al ajillo. Huevos rellenos. Anchoas en salmuera. Salmón ahumado. Qué delgada mi madre. Qué triste mi padre. Sé que sólo puedo dibujar lo que veo sin poder cambiarlo. Si pudiera devolver la memoria al cerebro de mi madre. Si pudiera devolver la alegría cotidiana a los ojos de mi padre. Qué azul era el cielo sobre la casa de mi hermano.

martes, 28 de enero de 2020

Rugido

Una vida tranquila
a pesar del rugido del
silencio infinito.

sábado, 25 de enero de 2020

Como si fuésemos a entrar en abril

Me cuesta mucho creer que todavía no haya terminado enero. Para mí es como si fuésemos a entrar en abril, eso me dicen los sentidos, la memoria, la sensación del tiempo transcurrido. ¿Todavía es enero? ¿Ni siquiera ha pasado un mes desde aquel lejano, lejanísimo día de año nuevo? Sí. No. Vuelvo a ser un niño, cuando el tiempo no existía ni existiría jamás.

martes, 31 de diciembre de 2019

Treinta y uno de diciembre

Es verdad: he reído y he llorado. Como tenía que ser. Ahora estoy muy tranquilo. En realidad todo es más sencillo de lo que parece: el río nos lleva sin darle importancia al viaje, sin conocer siquiera la existencia humana, mientras nosotros contemplamos el cielo escuchando el rumor de las hojas de los árboles que van quedando atrás. Siempre fue así.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Treinta de diciembre

Cuando retiren las luces de navidad, algo que sucederá en pocos días, todo seguirá exactamente igual que antes, igual que ahora. Es algo que me tranquiliza mucho.

Por otro lado: que la realidad se encargue de su tarea y me ponga un dedo suave o un puñetazo en la boca para desmentirme, ese es su trabajo. El mío, como simple ser humano que soy, es tratar de no perder jamás la esperanza.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Veintinueve de diciembre

Después de una semana de vacaciones mañana vuelvo al trabajo. El último del penúltimo año de la década. Por la tarde iré a recoger unas botas nuevas de la horma del zapatero y también a darme rayos UVA. No tengo buenos propósitos para dos mil veinte pues los que tenía comencé a cumplirlos el quince de noviembre, y me han ido tan bien que poco a poco estoy dejando de necesitar la medicación para la ansiedad que me acompaña desde hace tanto tiempo. ¿Por qué el quince de noviembre y no "a partir del uno de enero"? Porque me di cuenta de que era absurdo esperar, una treta, un modo de no hacer nada. Y lo era.

Hemos decidido que el día uno cocinaré una paella, un sencillo arroz para tres con judías verdes, pimiento rojo, costilla de cerdo y pollo troceado. Está mal que yo lo diga pero me sale buenísima. ¿Se puede comenzar mejor un nuevo año? No lo creo. Quién sabe, quizás sea el comienzo de una nueva tradición familiar.

sábado, 28 de diciembre de 2019

Veintiocho de diciembre

Que el tiempo pasa muy deprisa es una perogrullada, pero cuando estás con alguien tan cercano a ti como una hija a la que no volverás a ver hasta dentro de unos cuantos meses todavía cobra más velocidad. Mañana muy temprano Paula toma un AVE a Barcelona, y desde allí un avión.

También corre más deprisa cuando te propusiste escribir algo cada día.  Entonces las horas, los grandes acontecimientos y los muy pequeños, tan abundantes, se precipitan en la cascada del fin del mundo plano que imaginaban algunos antiguos.

Viniendo desde Barbastro a Zaragoza una niebla cerrada cubría la tierra, convirtiéndola en un planeta todavía más extraño de lo que ya es. No me resulta desagradable conducir en esas condiciones, no tras todos los años que viví en Binéfar, donde la niebla es compañera permanente cada invierno.  Tampoco evito conducir de noche, de hecho me gusta hacerlo porque bajo las estrellas siempre imagino que piloto una pequeña nave espacial. Digo que lo imagino pero quién sabe, tal vez lo hago, lo hacemos, de verdad.

Paula Miramón, 28 de diciembre de 2019.