A pesar del cambio de hora del último fin de semana la noche cubre el campo. Los jabalíes y garduñas y zorros cuyas huellas quedarán registradas en los charcos secos de los caminos, salen de sus madrigueras mientras en el cielo oscuro navegan las nubes que cubren la luz de la luna. Un poco más lejos, en la lejana y pequeña ciudad que brilla, en uno de sus edificios, un ser humano escribe estas palabras como si supiera algo.
lunes, 28 de marzo de 2022
domingo, 27 de marzo de 2022
Mar de los sargazos
Qué verdes están los campos de cebada junto a la autovía regresando de Zaragoza. El cielo está nublado. Todos los almendros transformaron sus flores en hojas y futuros frutos. El coche devora los kilómetros prácticamente solo mientras Maite corrige exámenes a mi lado sin marearse (tiene ese superpoder, entre otros). De vez en cuando una rapaz perfila su silueta en el cielo, las alas abiertas, mi ignorancia incapaz de darle un nombre. En el otro lado de la carretera grandes coches regresan con cosas en el techo. Vienen de las montañas donde todavía hay nieve. Es el mundo, no hay más misterio. El fin de semana en Zaragoza fue bien, mi madre estuvo dulce, su agresividad desaparecida, como su memoria. Un tranquilo mar de los sargazos. Qué bien dentro de la desgracia. Cómo somos capaces de adaptarnos casi a cualquier cosa y qué poder inmenso, aunque a veces tiemble débilmente, el del amor.
jueves, 24 de marzo de 2022
Debo dejarme atrás
He abortado el proyecto de escribir cada día. Me generaba estrés y ansiedad, algo de lo que voy sobrado desde hace unos años. No sé por qué me propongo estas cosas: ni siquiera gano dinero con ellas y, respecto a lo demás, todo me importa una mierda, una mierda, en serio. Bueno, realmente todo no me importa una mierda, ¡pero sí casi todo! Debo liberarme de mí mismo, debo dejarme atrás poco a poco, debo verme cada vez más pequeño en el horizonte del pasado hasta desaparecer. --- Actualización: es al revés, todo me importa muchísimo, de ahí la ansiedad y el sufrimiento.
martes, 15 de marzo de 2022
Aquiles
Llovió durante casi todo el día. A mí, cuando tomo mi medicación, me gusta la lluvia porque me considero irlandés y asturiano por elección. Un día más y poco o nada puedo escribir. Atendí a personas que me hablaban y buscaban información, personas de todos los tamaños, aspectos y sexo. Siempre me conmueven, a pesar de los años que llevo ejerciendo mi profesión. De hecho cada vez me conmueven más. Somos muy poco frente a los avatares de la fortuna, me digo, y a continuación, inmediatamente, me digo que no, que podemos cambiarla. Yo soy así: como un Aquiles gordo, viejo, un Aquiles que no hubiera muerto en el fulgor de su juventud.
lunes, 14 de marzo de 2022
Marcianos
Todavía no es lunes pues todavía no me he acostado, y a la vez es lunes. Tengo sueño pero me gana, como siempre sucedió, este afán tonto de estar despierto. Cuando era pequeño me pasaba lo mismo. Ahora valoro el tesoro de cerrar los ojos y desaparecer del mundo y sus problemas, y sin embargo. El río fluye con más caudal del habitual frente a nuestro apartamento. Esta mañana o, mejor dicho, ayer al mediodía, los campos de cebada lucían un color verde esmeralda fresco y hermoso tras las lluvias de la semana pasada. La tierra reacciona enseguida a los regalos. En los charcos de arcilla junto al camino había huellas de jabalíes, pero sólo pude ver una rapaz sobrevolando el cielo. Cantos de pajarillos en las encinas carrascas a nuestro paso, como avisándose mutuamente de nuestra presencia. Sé que en unas semanas volverán los abejarucos y los aviones, esos compañeros de edificio durante nuestros años en Binéfar. Había muchas nubes en el cielo, algunas blancas y otras oscuras, a miles de kilómetros de altitud. Las nubes siempre me recuerdan que soy un marciano en mi propio planeta, y la mujer que camina a mi lado también, y mis hijos, y mis padres también lo son. Todo es asombroso si te paras a pensarlo, pero fuimos sólo a caminar. Seis kilómetros en una hora.
domingo, 13 de marzo de 2022
Domingo
Domingo en Barbastro. Este fin de semana no hemos ido a Zaragoza y he podido descansar de verdad: emocionalmente. Cuando son las once menos cuarto de la mañana me tomo un capuchino de Tassimo y veo que ha dejado de llover, así que iremos a dar un paseo junto al canal, por la estrecha carretera asfaltada que utilizan los trabajadores de la CHE. A la personas verdaderamente cafeteras estos cafés de cápsula les parecen una mierda, y posiblemente lo sean, pero a mí me gusta. Antes de irnos dejaré cocida al vapor la coliflor con patatas, y cuando vuelva sólo tendré que pasar por la sartén las migas de bacalao desalado y el ajo para chafarlo todo junto y hacer el pastel de coliflor con bacalao. También haré cabezada de cerdo con tomate y pimientos de piquillo, y esta tarde, cuando se hayan descongelado, chipirones encebollados. Ya lo he dicho muchas veces, pero dos de las cosas que más me calman y me relajan son conducir por carreteras locales y cocinar. Bueno, voy a cocinar la verdura y luego nos iremos a caminar, tengo ganas de ver cómo ha cambiado el campo tras estos días de lluvia.
sábado, 12 de marzo de 2022
Tan pancho
Miro en internet vídeos de personas que viven en la naturaleza, algunas de ellas tras renunciar a puestos de trabajo bien remunerados en grandes ciudades. Personas que en Canadá construyen sus propias cabañas y viven de lo que cultivan y cazan, y en China, y también aquí, en España (estas dos hermanas hispanodanesas me tienen enamorado). Me gusta ver los vídeos sentado frente al ordenador, tan pancho. Si hago el mínimo esfuerzo de observarme desde fuera resulta algo perturbador a decir verdad, pero me gusta. Me agrada hacer, ver, comer y beber cosas que me gustan. Soy simple, y eso también me gusta.
viernes, 11 de marzo de 2022
Crudeza
Los ginkgos de la acera de mi calle junto al río ya han comenzado a despertar y las yemas se abren paso en sus ramas grises. Todo comienza a resucitar. Hoy ha vuelto a llover un buen rato durante la mañana y el mediodía. Antes de salir del trabajo he tramitado la viudedad de una mujer cuyo esposo conocía desde hace muchos años, un hombre que estuvo en nuestra agencia hace dos semanas. Ella, claramente en duelo, ha dicho: "Era muy gruñón pero era él". Esto es lo que ha dicho exactamente. Enrique era socio de una gestoría de Barbastro que venía a menudo por nuestra oficina y sí que parecía un poco gruñón, pero era él. No ha llegado a jubilarse. Todos los días asisto a historias semejantes, aunque cuando conoces al fallecido desde hace tantos años es distinto. Y sin embargo amo mi trabajo, lo amo porque es un mirador privilegiado desde donde contemplar la naturaleza humana, y siempre me ha gustado contemplar, tratar de comprender, sentir, aprender, explorar. A todos nos espera la misma crudeza, pero mientras nos acercamos a ella o nos alcanza qué mejor que mirar a nuestro alrededor y asombrarnos.
jueves, 10 de marzo de 2022
La mirada de los demás
El día termina y voy a acostarme con una sonrisa en la boca. Son tonterías personales pero me ayudan a seguir adelante en medio de esta época convulsa que nos ha tocado vivir. De algún modo me siento en paz, tranquilo y muy cansado. Llovió por la tarde y el agua del río desciende más transparente de lo habitual. No quiero dejarme engullir por el horror de la guerra, no quiero dejarme arrastrar por la rabia y la infinita indignación, no al menos en este mi antiguo y pequeño rincón de Las cinco estaciones. No puedo permitírmelo por mí, por mi salud mental, porque mi tristeza no aportaría nada para solucionar tanta desgracia. El día termina y, porque la vida sigue, hoy me acostaré sintiéndome bien. No con nada exterior a mí, sólo con lo poco que día a día, lentamente, conozco de mí mismo en la mirada de los demás.
miércoles, 9 de marzo de 2022
Marea
Hace poco, no sé, cuatro o cinco años, no pensaba en la jubilación. Tengo cincuenta y ocho años y cumpliré cincuenta y nueve en mayo de este año. Durante las últimas vacaciones por primera vez he pensado que podría vivir perfectamente sin trabajar durante todo el tiempo. Me gustan tantas cosas que no me aburriría nunca, además de que poseo un secreto de mi generación que, por mi experiencia como padre, creo que ahora no tienen los jóvenes: sé aburrirme, no tengo problema en aburrirme. En mi infancia no había móviles ni entretenimientos durante las visitas a familiares en casas donde sonaba el reloj y pasaban las horas, así que aprendimos a estar allí sin más, comiendo alguna galleta del surtido de Cuétara y esperando volver a casa. Sé aburrirme perfectamente y hasta le he encontrado el gusto. Creo que ahora le llaman mindfulness. Sí, pienso en un futuro como jubilado y ya no me parece algo extraño ni raro: me veo alquilando una casita rural en Asturias durante los duros veranos de aquí y viviendo el resto del año en nuestro piso de Zaragoza, escribiendo, leyendo, viendo películas y series, dando paseos, cocinando y opinando de política en Tuiter. Tal vez muera antes, claro, de hecho si tuviese que imaginar mi futuro en atención a lo que veo en mi trabajo moriría la semana que viene: estamos rodeados de cáncer por todas partes, y por accidentes de tráfico, infartos, ictus, etcétera. Pero entonces me recuerdo a mí mismo que trabajo en una oficina de información de la Seguridad Social y que eso altera importantemente mi estadística. Sí: podría jubilarme mañana mismo, y me gusta mi trabajo. Pero son demasiados años escuchando voces distintas, problemas distintos; oliendo la pobreza, la displicencia, la ansiedad; demasiados años pasando en minutos de la alegría de una joven pareja que acaba de tener un bebé a la asombrosa serenidad de un enfermo deshauciado que viene con su mujer a preguntar cuánto le quedará de pensión de viudedad; demasiado tiempo siendo espectador de la fascinante pero a veces, muy pocas veces, decepcionante naturaleza humana. He aprendido a querernos, a quereros, a quererme: somos tan frágiles, estamos tan a merced de la fortuna. Sí, podría dejar esta marea atrás mañana mismo y volver a tierra para disfrutar de la mar desde la playa, paseando.