domingo, 11 de febrero de 2018

La belleza

El domingo acaricia la orilla donde dormiré y, no sé por qué, recuerdo la playa de Ampurias en invierno, hace treinta años. En aquella época los restos del muelle griego todavía no estaban protegidos de los curiosos, y uno podía dar la vuelta sobre sus sillares para contemplar el mar.

La carretera entre Bañolas y Ampurias era preciosa, pequeña, comarcal, la carretera de Orriols. Nuestro Alfa Romeo sonaba como una orquesta de música clásica mientras tomaba una curva tras otra entre los campos de cereal y los bosques.

No hay nada como las playas en invierno. Recuerdo que todavía no habían acontecido las olimpiadas de Barcelona y uno podía llegar en coche hasta la misma playa desierta, descendiendo por un camino de tierra y piedras.

Creo que fue en aquellos años cuando el sonido de las olas rompiendo una y otra vez en la arena se fijó en mi cerebro para siempre. Y con él todas sus manidas metáforas, todos sus significados. Cierro los ojos a muchos años y centenares de kilómetros de allí y puedo escucharlo intacto, perfecto. El sonido de las olas, junto al de la lluvia o el crepitar del fuego, viajarán conmigo hasta mi desaparición.

La belleza, no nos engañemos, no sirve de nada en nuestra ausencia eterna, pero ahora, en nuestra presencia eterna, es, después del amor, lo mejor de este sueño absurdo.

16 comentarios:

Jesús Miramón dijo...

Porto, no sé por qué no se ha publicado tu comentario, pero ha llegado a mi buzón perfectamente. Gracias a ti y un abrazo.

Y otro para ti, Fernando Planelles, que dejaste un comentario ayer que luego decidiste borrar, cosa que yo he hecho miles de veces en otros sitios. Yo también siento cariño por muchos de vosotros, que me leéis en medio de esta inmensidad oceánica de la red.

Besos y abrazos.

fernando dijo...

Hola Jesús. Lo he borrado sin querer. Reitero lo dicho, parece fácil tenerte cariño.
Un abrazo.

andandos dijo...

Aquí estamos. Yo creo que te lee muchas más gente de la que imaginas, y la mayoría no dice nada.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Yo soy de los que dice "Andandos ..."
Te leo con muchísimo cariño. Me emococionan tus posts,cada uno a su manera.
Los relativos a tu trabajo me admiran, te felicito por esa actitud.
Los de oda al frío no los comparto;)
Y en general, todos, me dejan un regusto de positividad y esperanza (incluso los que hablan de tus males) muy agradable.

Jesús Miramón dijo...

¿Y por qué no os identificáis aunque sea con un nombre? Al ver en mi móvil "Anónimo" ya he pensado que sería mi lectora catalana que me odia por haber contribuido a la destrucción de su familia y al mismo tiempo me envía un abrazo.

Sólo tenéis que poner vuestro nombre. Alicia, Felipe, Carmen... ¿Tanto cuesta?

No sé cuánta gente me lee. Hace años que eliminé contadores y mierdas de esas. No sé cuántos ni desde dónde, ya no me importa. Doy testimonio y nada más. Tengo un trabajo que me gusta. No pretendo ni gloria ni reconocimiento social. Homero lo escribió hace miles de años: "Así era yo, si este pasado alguna vez ocurrió".

Un abrazo a todos, a los que comentáis, a los que no comentáis, sólo soy un mensaje en una botella flotando en el océano. No necesito nada más. La libertad, como el abismo, me rodea.

Anónimo dijo...

Ups!
Perdón, no quería molestar.
Juan
Anonimo de ayer.

Jesús Miramón dijo...

Perdóname tú a mí, Juan. A veces puedo ser un insufrible cascarrabias, te pido disculpas. No molestaste, todo lo lo contrario. Y gracias por visitarme (aunque ya no vuelvas nunca más). Un saludo y perdona otra vez.

Mayte dijo...

Jesús, solo te conozco a través de lo que escribes pero lo poco que sé de ti me basta para quedarme estupefacta ante una afirmación como la de tu anónima catalana. Ya sabes que te sigo desde hace años y se me hace muy difícil creer que ni remotamente hayas ayudado a destrozar nada.

En todo caso me parece lamentable que se lance anónimamente un comentario de ese calibre, perturbador no solo para ti, sinó también para todos los que te leemos. Si una es tan lanzada como para publicarlo, qué menos que dar alguna explicación (ni que sea en privado) ante el desconcierto del destinatario del dardo.

Leer tus posts siempre es un placer. Que después de tantos años de vida laboral sigas sintiendo esa sensibilidad, preocupación y curidosidad hacia los ciudadanos que acuden a tu oficina, dice muchísimo de ti. Ojalá que el día que tenga que tramitar mi jubilación me encuente al otro lado de la mesa a alguien como tu. ;-)


Un saludo desde Barcelona

Jesús Miramón dijo...

Querida Mayte, no he vuelto a saber nada de esa persona, ni aquí ni en privado. No entendía nada y sigo sin hacerlo, pero ya tengo una edad y soy capaz de seguir adelante sin permitir que un comportamiento que no soy capaz de comprender me lo impida.

Muchas gracias por leerme. Ah, y desconozco tu edad, pero si es mayor que la mía y puedo jubilarte desde Barbastro, estaré encantado de recibirte al otro lado de mi mesa y darte dos besos.

Elvira dijo...

La belleza es terapéutica, nos ayuda a gozar más profundamente de la vida. Y para mí no va después del amor, sino con el amor. Porque el amor es lo más bello que hay, todos los objetos bellos están hechos con amor, y un hermoso rincón de la naturaleza nos abre al amor. Van juntos.

Y tus escritos son bellos, Jesús.

Un beso, amigo!

Teresa A. dijo...

Yo te leo desde los tiempos ignotos de mi ventana, pero confieso que te comento poco porque suelo sentirme insignificante ante lo que cuentas y cómo lo haces. Así que mejor me callo.
Respecto a tu anónimo de la familia destruída, a mi me sigue perturbando cuando me acuerdo, fijate...

Portarosa dijo...

¡Teresa, cuánto tiempo!
Un beso.

Teresa A. dijo...

¡Porto, querido! A ti también te sigo los pasos, de hecho eres de lo poquitos que sigo leyendo de los viejos tiempos.

Portarosa dijo...

Qué alegría 😀

Jesús Miramón dijo...

Estoy de acuerdo, Elvira, tienes toda la razón: no existe un orden de prevalencia, eso es algo antinatural. Todo es paralelo, simultáneo. Belleza, amor, indiferencia, dolor. Tal vez cuando hablo de belleza estoy queriendo decir consciencia lúcida (algo así), no sé. Sigo aprendiendo. Un beso muy fuerte, amiga mía.

Jesús Miramón dijo...

Teresa, querida Teresa, hace tantos años que nos leemos y conocemos de este modo extraño y bonito a la vez.

Voy a decirte una cosa y te la voy a decir desde la más profunda sinceridad (aparte de que no comprendo eso que dices de que te sientes insignificante y no sé que cosas absurdas más): mi lectora catalana anónima que afirmó que yo escribía muy bien pero había contribuido a destrozar a su familia, y que más adelante aseguró que yo la conocía y me enviaba un abrazo; esa lectora anónima ha afectado a mi vida mucho el día del impacto, un poco los días posteriores, y ahora ya nada. Yo sé lo que he hecho a lo largo de mi existencia, y en esos términos mi conciencia es un estanque de paz. Ya no me perturba en absoluto (a menos que ahora aparezca de improviso y asegure que violé a sus mascotas o comí el hígado de sus hijos, perturbación que duraría algunos minutos, tal vez algunas horas, nada más).

Nunca me he sentido amenazado. Quienes me conocen a este lado de la pantalla saben como soy, quienes desde hace tantos años como tú me conocéis desde el otro lado quiero creer que también un poco o un mucho, no sé si es posible mentir día tras día durante trece años de blogs. Quiero pensar que no.

Así que gracias por el comentario, Teresa, y no te perturbes: te aseguro que no soy un dechado de virtudes, pero jamás destruí familia alguna, mi trabajo y mi voluntad personal trabaja justamente en dirección contraria. Dale un beso de mi parte a Lea y otro para ti bien gordo.