Después de comer se ha quedado dormida tumbada en el sofá, desfallecida en una postura extraña que distorsiona un poco su apariencia y le hace pensar a él, durante unos segundos, en la muerte (la boca ligeramente entreabierta, la mandíbula alzada hacia atrás, el precioso cuello blanco expuesto). Si estuvieran solos sabe perfectamente qué haría: besar ese cuello, acariciar sus caderas, despertar su húmeda y palpitante ternura. Late sin prisa el domingo. El deseo. La vida.
domingo, 7 de octubre de 2007
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3 comentarios:
No lo puedo evitar, a esta impresión debo añadirle un ligero aroma a sudor, a humedad corporal, al aire espeso que late en el deseo.
El sexo nunca nos abandona (pero se regocija con especial morbidez en el abandono).
Exquisito.
Un saludín desde la Enterprise.
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