Hace mucho que la noche dio fin a las tareas de las grandes máquinas naranjas y amarillas, que con la llegada de la oscuridad dejaron de desbrozar las rectas franjas de terreno que dentro de algunos meses se convertirán en la autovía que recorreré cada día. A estas horas los trabajadores de chalecos reflectantes descansan en sus casas con sus familias. En la torre de la iglesia de San Pedro dormitan las cigüeñas que decidieron soportar aquí el invierno que ahí viene.
martes, 18 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Y te imagino descansando a tu vez, con el vaso de whisky ya vacío entre las manos, mientras sientes el silencio vacío de máquinas y desbrozadoras.
Siempre sugerente, da gusto leerte, Jesús.
Un abrazo
Gracias, Koldo, un abrazo.
P.D. (Respecto al vaso de whisky ¡eres clarividente!)
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