Las calles de Mauléon aparecen desiertas a las doce de la mañana del dos de enero de dos mil diez. No se ve un alma por la calle. Me pregunto quién vive tras los visillos de las ventanas, quién puebla este pequeño pueblo de Aquitania atravesado por un río. Hay una breve avenida flanqueada por árboles, un frontón, el Café de l'Europe. En el escaparate de una tienda fotográfica sonríen niños desconocidos encaramados a una motocicleta. Pienso en Proust; pienso en las vidas minúsculas de Pierre Michon; pienso en aquella película que en su día me gustó tanto, «Las confesiones del doctor Sachs». ¿Podría vivir yo en un lugar así? Ah, pero yo ya vivo en un lugar así: pequeño, provinciano, casi desierto a determinadas horas del día. En mis ventanas hay cortinas. Un cielo gris que presagia lluvia. Vidas minúsculas.
jueves, 7 de enero de 2010
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12 comentarios:
Ah, de por ahí vengo en línea paterna. El alcalde de Hendaya durante más de 20 años se apellidaba como yo y tenía mi mismo nombre (con "ph", claro). (viejos gascones).
Y Vidas Minúsculas (en realidad, todo lo de Michon, especialmente lo traducido por María Teresa Urrutia) forma parte de mi entusiasmo por la vida.
...que terminan por hacerse mayúsculas con absoluta naturalidad (sin que ellas lo sepan acaso). ;-P
Un abrazo
Qué coincidencia, Nán, también yo provengo de viejos gascones, los que se instalaron en Guipúzcoa hacia 1200, en San Sebastián y Pasajes. Miramón, como Polloe, Urgull o Ulía, es un apellido de origen gascón. Te enlazo a esas direcciones por si pudieras descubrir algo sobre el tuyo.
«Vidas minúsculas» es un libro maravilloso, uno de mis favoritos.
Hola, Gemma, fíjate, a mí me gusta pensar en vidas minúsculas casi tanto como me disgusta pensar en vidas mayúsculas -no en el sentido en el que tú utilizas este adjetivo, por supuesto. Bueno, estoy seguro de que me entiendes. Un abrazo.
Estoy de acuerdo, esto de vidas minúsculas o mayúsculas es una competición equivocada. Me gusta más hablar simplemente de VIDAS. Para cada uno la vida es siempre en mayúsculas.
Vaya, con este mundo tan xiquet. Ya charlaremos. En el Taller anterior, dedicado a una historia en tres etapas, conté algo. El relato no lo puse en mi blog, pro está en la revista Bremen, que hacemos con los relatos del taller.
Ve a http://camarote503.blogspot.com/
En la entrada del 15 de diciembre, está el segundo número de la revista y el último relato es el que te digo.
Un abrazo
(ah, y la traductora es Gallego Urrutia, me había comido el primer apellido).
No conozco ese libro del que habláis, suena bien. Creo que prefiero hablar de vidas hermosas, sin importar el tamaño (= el reconocimiento externo). Las vidas hermosas siempre son grandes.
Un abrazo
Hola, Enric, yo siempre digo que la vida es una experiencia absolutamente personal. Soy consciente de que semejante afirmación es una perogrullada de cojones pero creo que contiene, como todas las perogrulladas, una verdad nuclear, una verdad casi oculta de puro evidente. Como tú bien dices no existen vidas minúsculas ni mayúsculas, sólo esto. Sólo esto irrepetible.
Un mundo xiquet, redondo y flotante, Nán. He leído el cuento y me ha gustado mucho. Las historias que mezclan momentos temporales distintos son una de mis debilidades. Un abrazo.
Te recomiendo el libro, Elvira, es un lujo. Yo tengo la versión de Anagrama traducida por Flora Botton-Burlá, una cesión de la traducción de Seix Barral en México. Es de dos mil dos. Es un libro precioso, un concepto literario precioso. Uno de mis faros.
Yo, que soy más bruto, se los recomiendo todos.
Estoy escribiendo un Punchet sobre Michon, centrado en el libro Cuerpos del rey, y terminando (a una velocidad de dos páginas por noche antes de apagar la luz) Mitologías de invierno. Este último te va a encantar, Jesús.
Ya mismo lo estoy encargando, Nán. ¡Gracias!
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