Camino hacia el tanatorio para dar mis condolencias a una amiga del coro a quien se le ha muerto su madre de ochenta y nueve años. En la acera del velatorio hay gente charlando y fumando. Un pequeño grupo ríe animadamente. En mi país un funeral es un motivo como cualquier otro para practicar las relaciones sociales y familiares, una costumbre que rinde homenaje a la vida. Entro en el edificio y doy dos besos a mi compañera de música. Pronuncio con cariño las palabras conocidas: «Te acompaño en el sentimiento», una frase en la que es necesario detenerse. Hablamos durante unos minutos y vuelvo a casa. El aire es frío pero luce un sol radiante. Algunos niños pasean junto a sus padres portando los regalos que los Reyes Magos les han dejado en casas distintas a las suyas. Ignoro el motivo pero por primera vez en mi vida no siento nostalgia.
miércoles, 6 de enero de 2010
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4 comentarios:
Un funeral rinde homenaje a la vida. Es verdad. Yo empecé el año con uno (no consiguieron adelantarlo al día anterior aunque lo intentaron). Muerte inoportuna. Muerte que impide trasnochar y que nos fastidia la fiesta. Los que madrugamos el día uno teníamos una sensación extraña mientras íbamos por las calles dormidas cruzándonos con los trasnochadores borrachos.
Hola, Francisco,
desde luego es una manera poco habitual de comenzar el año. Claro que las fechas sólo tienen el valor que nosotros les damos. Un saludo y feliz dos mil diez.
¿Será la edad, Jesús? ¿La madurez? ¿O que la de ahora ya es tu casa del todo?
Un abrazo.
Sí, Porto, tal vez sea la edad, esa línea de sombra que mencionaba Conrad, no lo sé. Por mucho que me asombre debo aceptarlo con la mayor serenidad posible. La nostalgia va dejando paso a la necesidad consciente de disfrutar del presente. Un abrazo.
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