Vivo en un país donde el albañil que arregla tu casa se lleva las manos a la cabeza si le pides factura; vivo en un país donde algunos médicos sólo cobran sus consultas privadas en efectivo y, por supuesto, sin recibo de ninguna clase; vivo en un país donde miles y miles de trabajadores perciben gran parte de su sueldo en clandestinos sobres de papel; vivo en un país donde los empresarios declaran rentas inferiores a las de sus empleados. Lo más gracioso, por decir algo, es que frecuentemente son esos mismos individuos los que, apoyados en la barra del bar, se permiten criticar gobiernos y políticas económicas; ellos, auténticos delincuentes que, lejos de sentirse como tales, se tienen por los chavales más listos del pueblo. Y lo más triste es que a menudo son realmente admirados: vivo en un país donde los impuestos los pagan los tontos, un país donde al dinero negro se le llama «dinero B» para concederle cierta pátina de normalidad, un país, en definitiva, extraordinariamente acostumbrado al delito fiscal y, en lo social, carente de principios éticos. Así pues, ¿debería sorprenderme la corrupción que existe en los partidos políticos? No. En absoluto. Ni siquiera debería sorprenderme, aunque esto no puedo evitarlo, la chabacanería y el mal gusto que suele formar parte de ese mundo cutre, cegado por los productos de lujo y los fajos de billetes. Eso sí, no olvido que entre la famosa pregunta «¿Con IVA o sin IVA?» y el vuelo en avión privado a un paraíso fiscal con bolsas cargadas de dinero no hay más distancia, en mi país, que la oportunidad.
miércoles, 7 de abril de 2010
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5 comentarios:
Pues sí, Jesús. Esperar algo diferente de unos políticos que son la representación de los que viven en el país algo diferente es una ingenuidad. Pero no deja de ser muy triste.
Sin ninguna duda: una cuestión de oportunidad; corruptos o ladrones al nivel que pueden.
Y muchos, son muchos.
Lamentablemente, tienes toda la razón, Jesús.
Un abrazo.
Queridos Teresa y Porto, hay muchas cosas que me gustan de mi país: la gastronomía, los paisajes, nuestros horarios absurdos... pero odio profundamente la familiaridad y aún regocijo con el que se acepta el enchufismo, la picaresca, la trampa, el engaño, la sisa. Dicen que estas cosas pasan porque somos mediterráneos, que lo llevamos en la sangre, como los italianos, pero a mí no me sirve. España nunca progresará ni saldrá de la zona bufa de los países desarrollados mientras no termine con la economía «sumergida», el escandaloso tráfico de dinero «negro» y todo lo demás. Ese día pasaremos directamente a ser una de las naciones más ricas del mundo, pues sólo un país verdaderamente millonario puede permitirse, sin derrumbarse en la miseria absoluta, el grado de corrupción a todos los niveles que soporta el nuestro.
Un abrazo.
Lo suscribo, todo.
Hola, Filla do Mar. ¿Vosotros también sois mediterráneos? Bueno, en estas cosas me temo que todos los españoles, incluidos los celtas, lo son.
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