Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. Hace mucho frío en la calle. Me doy cuenta, sin decir nada, de que la iluminación navideña es más austera que otros años. No se me quita de la cabeza la historia de L., una mujer de cuarenta y pocos años a quien le van a quitar la casa, el coche y la furgoneta de trabajo de su marido, que ahora mismo anda buscando trabajo en Suiza. Pienso en sus dos hijos adolescentes, uno de ellos, por cierto, muy buen estudiante. Van a quitarles la casa por no poder pagar la hipoteca. Van a quitarles el coche familiar y la furgoneta de trabajo por no haber podido pagar la seguridad social en los estertores de una pequeña empresa de escayolistas que la crisis arrastró al precipicio. No dejo de pensar en sus dos hijos, en el mayor, que es un poco desastre y nunca se le han dado bien los estudios, y en el pequeño, que es un estudiante extraordinario y el año que viene no podrá ir a la universidad porque sus padres ni siquiera podrían pagar los costes iniciales de los viajes, el piso, la residencia, antes de poder solicitar una beca que cobrarían quién sabe cuándo, si la cobran.
Después del ensayo vamos al Chanti a tomar una copa. De algunos bares y restaurantes salen al frío de la calle quienes esta noche celebraban la cena de navidad de sus empresas. ¡Qué distancias hay entre nosotros, entre todos nosotros! Hay abismos, desiertos, océanos.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Después del ensayo
Anotado por Jesús Miramón a las 03:56 | Después del ensayo , Diario , Vida laboral
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9 comentarios:
Es cierto. No deja de sorprender la gente y sus historias y lo que son y lo que hacen vs lo que yo pensaba que eran y que hacían.
Qué bueno es poder cruzar alguno de esos mares.
Odio las cenas de navidad de empresa.
Se lo he oído esta mañana a Garriguer Walker en la SER. Este años las empresas norteamericanas reparten en bonos al staff ejecutivo una media de 350.000 dólares. En los bancos y empresas financieras, causantes por su codicia de la Crisis (GW, el liberal, lo dijo), las cifras son de marear, tan altas que no he podido aprenderlas.
Todavía mucha gente normal sufre terriblemente las consecuencias de la Crisis y los que la crean se enriquecen amoralmente. GW, el liberal, lo dijo: repiten lo mismo que hicieron y nos llevó a la Crisis; nos llevan a otra peor y más profunda.
Y nosotros, echándole la culpa a Zapatero, Sarko, etceterá. Miramos la boca humeante de la escopeta que nos dispara y olvidamos de quién es el gatillo, el dedo y el rostro que dispara. Las bocas humeantes son de quita y pon: el criminal es el mismo.
A L y su familia, eso ya no les importa. Para nosotros, que pagamos nuestras cuentas cada mes, pocas cosas hay tan importantes: evitar más casos como el de L; si no en los póximos 3 años, en los próximos 30.
Es terrible, el número de familias condenadas a la exclusión económica o, lo que es lo mismo, social, no hace más que crecer y crecer. El caso de esta mujer y su familia, como el de tantas otras, rompe el corazón. Lo peor es que el banco subastará su casa por la mitad del precio que ella lo compró y continuará debiendo la hipoteca de la diferencia el resto de su vida.
Y mientras tanto la austeridad, los recortes y las congelaciones, en vez de reducir el déficit acabarán sirviendo para pagar el interés cada vez más alto de la deuda española, es decir: quienes compran nuestros bonos buscando su rentabilidad nos obligan a apretarnos el cinturón para, al final, poder afrontar los intereses cada vez más elevados que ellos mismos acabarán percibiendo. Es absurdo, es injusto, es una barbaridad.
Cada día llegan a mi mesa más personas desesperadas, y lo peor ni siquiera es el fracaso económico sino el fracaso vital, el hundimiento psicológico que inevitablemente afectará a los hijos, a los viejos padres, a los amigos, a todas las personas que les rodean y les quieren. Cada día me cuesta más dejar atrás las miradas dolientes, los ojos invadidos de miedo e incertidumbre. Y sobre todo no dejo de pensar en los hijos, en los jóvenes, los niños.
Es verdad, esa historia y tantas otras rompen el corazón. Como dice Diva Gando, ojalá sepamos cruzar muchos de esos mares y desiertos.
Besos
Cruzar esos mares es difícil, en realidad nadie puede ponerse verdaderamente en la piel de nadie pero podemos intentarlo, intentarlo es el objetivo. No dejarnos arrastrar por el cinismo es el objetivo. No olvidar, nunca olvidar, que cada ser humano de este planeta es un pariente nuestro. No dejar ese instinto para las catástrofes, usarlo también cada día. Intentarlo.
Ayudas a que les pongamos cara y entorno. Las cifras nos dispersan.
Lo siento por esa pobre gente, esas cosas me duelen mucho...
Nos tienen que doler, es bueno que nos duelan. Lo dramático es cuando dejan de hacerlo.
L. ha venido a vernos para decirnos que finalmente la ayuda de su suegro impedirá que les embarguen la vivienda. El coche y la furgoneta ya los han perdido pero al menos les quedará, durante un tiempo, su casa. Un respiro temporal en plenas navidades.
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