Terminó la vendimia y el maíz está casi en sazón. Se fueron los aviones comunes, los vencejos y los abejarucos que nos acompañaban en nuestros paseos junto al canal. El fruto de los castaños de indias que rodean mi lugar de trabajo cubre en abundancia el suelo, asomando en su entreabierto envoltorio de espinas. Algunas personas recogen las castañas con esperanza. Los primeros años les avisaba de que eran amargas pero después dejé de hacerlo, acabé aceptando que ya lo averiguarían por sí mismos.
En cierta ocasión una señora mayor me dijo que llevar una castaña amarga en el bolsillo del pantalón junto al dinero, y esto era un detalle importante: que estuviese en contacto con monedas y billetes, favorecía la riqueza. Jamás puse a prueba tan peregrina superstición. Y es que casi nunca, por no decir nunca, llevo dinero encima a menos que sea estrictamente necesario o haya sido previsto de antemano.
Espero con fervor el otoño. El otoño de verdad, no este verano que comenzó en junio y a este paso terminará en diciembre. Tengo miedo aunque no lo demostraré. ¿Cuándo llegará el frío que me hará feliz?
jueves, 28 de septiembre de 2017
El frío que me hará feliz
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3 comentarios:
Yo he probado lo de la castaña, funciona, pero es un dinero amargo, un dinero que no te da la felicidad ni aporta nada... prefiero usar una almendra, no da más dinero pero hace que el que tengas te lo gastes en cosas dulces.
El dinero es bueno cuando es el suficiente, ni menos ni más.
Le pasa lo mismo que a la felicidad o la salud o el sexo, o el trabajo, o el amor. Ni menos ni más.
Te leo, Jesús, comente o no. Lo de Cataluña es muy triste.
Un abrazo
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