Llovía por la mañana cuando me dirigía al trabajo y llueve ahora, ya de noche, a
la luz de las farolas en la acera. El río Vero ha aumentado su caudal. Hace
tanto tiempo que no escribo que me siento balbucear como quien no ha hablado con
otro ser humano durante años y casi ha olvidado cómo se hace.
Los días de
Navidad se precipitan hacia nosotros sin piedad a medida que los empleados del
ayuntamiento instalan las luces de colores subidos a sus grúas móviles. Odio la
Navidad pero la celebraré junto a mis padres y mis hermanos, hijos y sobrinos
después del año y medio de restricciones por culpa de la pandemia. A mi madre le
gusta mucho y espero que la disfrute sin demasiadas confusiones. Poco a poco nos
hemos acostumbrado a su enfermedad, que progresa poco a poco e inexorablemente.
Es increíble a lo que podemos acostumbrarnos los humanos. Qué sabia frase
aquella que rogaba que dios no nos dé todo lo que podemos soportar, todo lo que
somos capaces de aceptar.
Continúa lloviendo mientras escribo estas primeras
palabras después de tantos meses sin dejarme llevar por esta dulce marea. Odio
la Navidad pero amo la lluvia.
martes, 23 de noviembre de 2021
Balbucear
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5 comentarios:
¡Qué bien, otra vez por aquí!
Cada vez que oigo la palabra navidad pienso en el pasaje literario sobre cierto personaje mítico que dicen que echaba a los mercaderes del templo y denunciaba a escribas y fariseos. Cosas de los mitos. La navidad, cosa de comercio y friday.
Bienvenido al retorno.
¡Gracias, muchas gracias!
A ver...
Me alegro de leerte, Jesús. Celebremos el invierno, ya pronto la estación de las líneas simples, del descanso de la vida. Disfruta de la familia, un petó.
Petó gran, Silvia. Ja ho veus, torno, i en fer-ho m'adono del que ho necessitava.
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